El peligro de los microplásticos: se infiltran en todos los sistemas del cuerpo y provocan … – Infosalus
MADRID, 3 Sep. (EUROPA PRESS) –
Los plásticos, y sobre todos los microplásticos, se encuentran entre los contaminantes más omnipresentes del planeta, ya que se introducen en el aire, los sistemas hídricos y las cadenas alimentarias de todo el mundo. Aunque la prevalencia de los microplásticos en el medio ambiente es bien conocida, al igual que sus efectos negativos en los organismos marinos, pocos estudios han examinado sus posibles efectos en la salud de los mamíferos, pero un nuevo estudio acaba de revelar que se infiltran en todos los sistemas del cuerpo y provocan cambios de comportamiento.
El profesor de la Universidad de Rhode Island (Estados Unidos) Jaime Ross y su equipo se centraron en los efectos neuroconductuales y la respuesta inflamatoria a la exposición a microplásticos, así como en la acumulación de microplásticos en los tejidos, incluido el cerebro. Según publican en el ‘International Journal of Molecular Sciences’, escubrieron que la infiltración de microplásticos estaba tan extendida en el organismo como en el medio ambiente, lo que provocaba cambios en el comportamiento, especialmente en los sujetos de prueba de mayor edad.
«Las investigaciones actuales sugieren que estos microplásticos son transportados por el medio ambiente y pueden acumularse en los tejidos humanos; sin embargo, la investigación sobre los efectos de los microplásticos en la salud, especialmente en mamíferos, es aún muy limitada –explica Ross, profesor asistente de ciencias biomédicas y farmacéuticas en el Instituto Ryan de Neurociencia y la Facultad de Farmacia–. Esto ha llevado a nuestro grupo a explorar las consecuencias biológicas y cognitivas de la exposición a los microplásticos».
El equipo de Ross expuso a ratones jóvenes y viejos a niveles variables de microplásticos en el agua potable en el transcurso de tres semanas y descubrieron que la exposición a microplásticos induce tanto cambios de comportamiento como alteraciones en los marcadores inmunitarios de los tejidos hepáticos y cerebrales. Los ratones del estudio empezaron a moverse y a comportarse de forma peculiar, mostrando conductas parecidas a la demencia en humanos. Los resultados fueron aún más profundos en los animales más viejos.
«Para nosotros, esto fue sorprendente. No se trataba de dosis elevadas de microplásticos, pero en poco tiempo observamos estos cambios –afirma Ross–. Nadie entiende realmente el ciclo de vida de estos microplásticos en el cuerpo, por lo que parte de lo que queremos abordar es la cuestión de lo que sucede a medida que envejecemos. ¿Se es más susceptible a la inflamación sistémica provocada por estos microplásticos a medida que se envejece? ¿Puede el cuerpo deshacerse de ellos con la misma facilidad? ¿Sus células responden de forma diferente a estas toxinas?».
Para comprender los sistemas fisiológicos que pueden estar contribuyendo a estos cambios de comportamiento, el equipo de Ross investigó la extensión de la exposición a microplásticos en el organismo, diseccionando varios tejidos importantes, como el cerebro, el hígado, el riñón, el tracto gastrointestinal, el corazón, el bazo y los pulmones. Los investigadores descubrieron que las partículas habían empezado a bioacumularse en todos los órganos, incluido el cerebro, así como en los desechos corporales.
«Dado que en este estudio los microplásticos se administraron por vía oral a través del agua potable, la detección en tejidos como el tracto gastrointestinal, que es una parte importante del sistema digestivo, o en el hígado y los riñones era siempre probable –indica–. La detección de microplásticos en tejidos como el corazón y los pulmones, sin embargo, sugiere que los microplásticos van más allá del sistema digestivo y probablemente experimentan una circulación sistémica. Se supone que la barrera hematoencefálica es muy difícil de atravesar. Es un mecanismo de protección contra virus y bacterias, pero estas partículas lograron entrar. De hecho, estaban en lo más profundo del tejido cerebral».
Esa infiltración cerebral también puede causar una disminución de la proteína ácida fibrilar glial (llamada «GFAP»), una proteína que sustenta muchos procesos celulares en el cerebro, según han demostrado los resultados. «La disminución de la GFAP se ha asociado a las primeras fases de algunas enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer en modelos de ratón y la depresión –añade Ross–. Nos sorprendió mucho ver que los microplásticos podían inducir una alteración de la señalización de GFAP».
Su intención ahora es investigar más a fondo este hallazgo en futuros trabajos. «Queremos entender cómo los plásticos pueden alterar la capacidad del cerebro para mantener su homeostasis o cómo la exposición puede provocar trastornos y enfermedades neurológicas, como la enfermedad de Alzheimer», concluye.