Polen indica que Europa se pobló en un periodo cálido hace 50.000 años
Mapa que muestra rutas migratorias teorizadas de los primeros Homo sapiens desde África a través de Eurasia. – TED GOEBEL
MADRID, 25 Sep. (EUROPA PRESS) –
El poblamiento de Europa se produjo en un periodo de calentamiento durante el Pleistoceno, según sugiere una investigación basada en restos de polen que se publica en la revista ‘Science Advances’.
El trabajo compara las comunidades vegetales del Pleistoceno en torno al lago Baikal, en Siberia, con los vestigios arqueológicos más antiguos de Homo sapiens en la región.
Los investigadores utilizan las «extraordinarias pruebas» para contar con nuevos detalles una convincente historia de hace 45.000-50.000 años: cómo migraron los primeros humanos por Europa y Asia. Los nuevos datos sobre el polen sugieren que el calentamiento de las temperaturas favoreció la expansión de los bosques hacia Siberia y facilitó la migración de los primeros humanos a esta región, aproximadamente al mismo tiempo que a otras zonas de Eurasia más extensas y occidentales.
«Esta investigación aborda antiguos debates sobre las condiciones ambientales a las que se enfrentaron los primeros Homo sapiens durante su migración a Europa y Asia hace entre 40.000 y 50.000 años –afirma en un comunicado Ted Goebel, coautor del estudio y profesor de Antropología de la Universidad de Kansas–. Proporciona una visión crítica de las condiciones ambientales en el lago Baikal, utilizando registros de polen para revelar una sorprendente calidez durante este período».
De hecho, los datos polínicos sugieren que la dispersión de las personas se produjo durante algunas de las temperaturas más altas del Pleistoceno tardío, que también habría presentado una mayor humedad. El antiguo registro de polen muestra que la región estaba caracterizada por bosques de coníferas y praderas, capaces de sustentar la búsqueda de alimentos y la caza por parte de los humanos. Según Goebel, los datos medioambientales, combinados con las pruebas arqueológicas, cuentan una nueva historia.
«Esto contradice algunas perspectivas arqueológicas recientes en Europa –prosigue–. El factor clave aquí es la datación precisa, no sólo de los fósiles humanos y los huesos de animales asociados a la arqueología de estos pueblos, sino también de los registros ambientales, incluidos los del polen. Lo que hemos presentado es una sólida cronología de los cambios medioambientales en el lago Baikal durante este periodo de tiempo, complementada con un registro arqueológico bien datado de la presencia del Homo sapiens en la región».
Los colaboradores de Goebel fueron el autor principal, Koji Shichi, del Instituto de Investigación Forestal y de Productos Forestales de Kochi (Japón); y Kenji Kashiwaya, de la Universidad de Kanazawa, Kanazawa (Japón).
Aunque el análisis del polen se llevó a cabo en Japón, Goebel y Masami Izuho, de la Universidad Metropolitana de Tokio (Japón), relacionaron los datos del polen con importantes pruebas en el registro arqueológico de las primeras migraciones humanas. Según Goebel, la aparición del Homo sapiens adulto en el registro arqueológico se corresponde con cambios en la cultura y el comportamiento.
Los primeros humanos modernos de este periodo fabricaban herramientas de piedra con hojas largas y delgadas, y trabajaban el hueso, el asta y el marfil para fabricar herramientas, incluidas algunas de las primeras agujas de hueso con ojales tallados para coser y las primeras puntas de lanza de hueso y asta.
«Algunos de nosotros sostenemos que a medida que se producían los cambios anatómicos, como demuestra el registro fósil, se produjo un cambio simultáneo en el comportamiento y la cognición –indica Goebel–. Estos primeros humanos se estaban volviendo más creativos, innovadores y adaptables. Es entonces cuando empezamos a observar cambios significativos en el registro arqueológico, como las pinturas rupestres. También encontramos arte móvil, como las primeras tallas conocidas como estatuillas de Venus. En Europa Central hay incluso una escultura de marfil de esta época que representa a un hombre con cabeza de león. No se trata sólo de reproducir la naturaleza; se trata de expresión creativa, de inventar cosas nuevas, de explorar nuevos lugares», añade.
Según el investigador, en la región se ha encontrado al menos un hueso humano que data de esta época. «Hay un fósil humano de Siberia, aunque no del lago Baikal sino más al oeste, en un lugar llamado Ust’-Ishim –resalta Goebel–. Morfológicamente es humano, pero lo más importante es que está excepcionalmente bien conservado. Se ha datado directamente por radiocarbono y ha proporcionado ADN antiguo, lo que confirma que es un representante del Homo sapiens moderno, distinto de los neandertales o denisovanos, u otros humanos arcaicos premodernos».
Goebel sugiere que es probable que los primeros habitantes humanos de la zona vivieran en familias nucleares extensas o en pequeñas bandas, como parecen haber hecho en otras zonas de Eurasia, pero como muchas pruebas arqueológicas están degradadas, es difícil saberlo con certeza.
«En Ust’-Ishim, en Siberia, tenemos pruebas de la coexistencia de un ser humano completamente moderno con los yacimientos de los que hemos estado hablando –afirma–. Sin embargo, Ust’-Ishim fue un descubrimiento aislado, encontrado por geólogos erosionando la ribera de un río. Carecemos de información sobre su contexto arqueológico, si formaba parte de un asentamiento o simplemente era un hueso solitario arrastrado por la corriente. Por consiguiente, la vinculación de ese único individuo con los yacimientos arqueológicos de la región del Baikal es tenue: ¿representan a la misma población? Creemos que sí, pero necesitamos más pruebas», concluye.