A los 91 años, todavía soy una locomotora: Elena Poniatowska
▲ Al lado de Silvia Lemus (derecha), periodista y viuda del autor de El espejo enterrado, Poniatowska compartió que recibir este galardón es como elevar la vista sorprendida ante un estallido de luces que gira en el cielo
.Foto Luis Castillo
Merry MacMasters
Periódico La Jornada
Viernes 10 de noviembre de 2023, p. 2
“Recibo el premio que él me envía con un guiño: ‘Ahí te va, Poni, te lo tenía guardado’”, dijo con humor la escritora y periodista Elena Poniatowska (1932) en la ceremonia de entrega del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español 2023, efectuada ayer en el teatro del Palacio de Bellas Artes.
“Nunca creí que viviría más que él o que José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Vicente Rojo, mis compañeros de trabajo en el diario México en la Cultura”, continuó.
En 1953, Poniatowska inició su carrera en el periodismo con la intención de documentar ese México que se convirtió en su hogar, y comenzó la escritura de “miles de páginas fervorosas que abarcan personajes que me impactaron, desde Alfonso Reyes hasta el estudiante de la prepa en Coyoacán; desde María Félix hasta Jesusa Palancares, quien al lado de varias soldaderas paralizó a toda la República al acostarse con sus enaguas sobre los rieles e impedir, durante la Revolución Mexicana, el arranque de la locomotora en 1910”.
A sus 91 años, Elenita, como le dicen de cariño sus amigos y lectores, expresó: todavía soy una locomotora
, igual que esas heroínas que documentó. Eso sí, a lo largo de 70 años, añadió, “nunca abandoné el por qué, dónde, cuándo y cómo, las primeras preguntas del periodismo. Quizás habría tenido más seguridad en mí misma de nacer en México, pero me trajeron de París y sigo preguntando lo mismo.
Viéndolo bien, mi vida ha sido un inmenso signo de interrogación; ahora sigo preguntándome cómo hacer las cosas y qué va a pasar con México; cuál va ser el destino de mis 10 nietos y el de todos los niños de nuestro país
, planteó la articulista de La Jornada .
Para Poniatowska, recibir un premio que lleva el nombre de Carlos Fuentes, a quien conoció desde los años 50, cuando aún no sabíamos cuál sería nuestra vocación
, equivale a levantar la vista sorprendida por un estallido de luces que gira en el cielo como la Rueda de la Fortuna gira sobre la tierra
.
Recordó que su entrañable amigo era “el más vital, el más alerta, el más enterado de los jóvenes creadores de su generación. Desbordaba vida y audacia. Estaba en todo, lo sabía todo, conquistaba a la ‘niña bien’ y a Gladys García de ojos de capulín; entraba al Salón México y a la sala Manuel M. Ponce”.
La premiada insistió en el estallido creativo
de Fuentes, porque a todos nos alcanzó, y porque esa misma capacidad creadora le impidió envejecer. Supo muy pronto cuál sería su vocación
.
Fuentes, siguió, “siempre giró en un campo magnético desde que desenterró El espejo enterrado. Más que otros grandes mexicanos, representó, para la generación de los años 50, el surgimiento de un viento de libertad”.
Fuentes levantó sobre las páginas en blanco una escritura que nos engrandece
. Poniatowska hizo votos para que los presentes salgan de aquí con la certeza de que ser amiga y recordar a Carlos Fuentes es un regalo tan valioso como fue el propio Fuentes, un mexicano que trajo muy buena suerte a México y seguirá trayéndosela a creadores que hoy por hoy todavía son adolescentes
.
En su intervención, Silvia Lemus, viuda de Fuentes, retomó las palabras del escritor sobre la galardonada: Siempre admiro su convicción y su valor. No siempre estoy de acuerdo con ella en sus juicios, pero por fortuna hoy la democracia mexicana se hace de acuerdos y desacuerdos lícitos, respetables y respetados. Lo importante de Elena es que sus posiciones en la calle no disminuyen ni suplantan sus devociones en la casa: el amor a sus hijos, la fidelidad a sus amigos, la entrega a sus letras
.
Se refirió cariñosamente así a la galardonada: la conocí de pequeña, disfrazada de gatito
.
Elena Poniatowska acudió a la ceremonia ataviada con el traje juchiteco que le fue regalado hace años con la recomendación de siempre ponérselo en momentos de relevancia.