El género se cuela en la COP28: “Las mujeres somos más vulnerables al cambio climático”
En la cumbre del clima COP28 de Dubái, parecería que el género es un tema marginal. Es fuera de los salones de negociación, en los pabellones y en los pasillos en donde se escuchan palabras como economía del cuidado, justicia climática y llamados que recuerdan que sin el feminismo no hay lucha contra el cambio climático.
“Nuestra búsqueda, la del movimiento de mujeres y de género, es que estos espacios sirvan para realmente lograr una transformación sistémica”, explica la colombiana Gina Cortes, miembro del Gender and Women Constituency, uno de los nueve grupos de observadores oficiales de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). “Sí, las mujeres somos más vulnerables ante el cambio climático, pero no porque espontáneamente sea así, sino porque el sistema nos ha vuelto más vulnerables”.
Las interrelaciones entre el género y el cambio climático son varias. Pero siendo esta una COP donde se está hablando bastante sobre la financiación, vale la pena dar alguna información sobre cómo los recursos para enfrentar el cambio climático llegan escasamente a las mujeres. Según datos compilados en un reporte del Global Gender and Climate Alliance, solo el 0,01% de toda la financiación mundial apoya proyectos que abordan al tiempo el cambio climático y los derechos de las mujeres, y, para 2015, la representación femenina de los principales fondos para el clima apenas alcanzaba el 22%.
Otros informes, como los publicados por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), también hacen una advertencia en la misma vía. “Los medios de subsistencia individuales se han visto afectados, por ejemplo, por la destrucción de viviendas e infraestructuras y la pérdida de propiedades e ingresos, salud humana y seguridad alimentaria, con efectos adversos sobre la equidad social y de género”.
En los países de América Latina, la situación incluso podría ser más crítica. En la región, el cambio climático acentúa otros problemas que ya viven las mujeres como la pobreza, el poco acceso a la salud y a la educación, la migración e, incluso, hace más difícil el trabajo en el campo. “Las mujeres, sobre todo las indígenas, muchas veces desconocemos que estos fondos financieros climáticos existen porque la información no llega”, cuenta Sara Omi, abogada e indígena embera de Panamá. Por eso, una de las misiones que tiene el movimiento durante esta cumbre es asegurarse de que, por lo menos, en los principales textos de decisión que produzca la COP28 se reconozca que las mujeres son uno de los grupos más vulnerables al cambio climático, así como que se hable de acciones con enfoque de género.
El género en los textos
En el mundo de las negociaciones climáticas parece existir una obsesión sobre qué palabras se incluyen o se borran de los documentos finales. No en vano, uno de los puntos más álgidos que aún se está debatiendo durante esta COP28 es si se hará mención a abandonar los combustibles fósiles (conocido en inglés como phase out), disminuirlos (phase down), o si, para sorpresa de muchos, no se mencionara nada al respecto. ¿Pero cómo se ha colado el tema de género en las negociaciones climáticas, por lo menos en los textos?
En el borrador del Balance Mundial publicado el 8 de diciembre, que se podría interpretar como el documento más esperado de esta COP28 ya que no solo dirá qué tan atrasada está la acción climática desde que se firmó el famoso Acuerdo de París, sino que apuntará a cómo mejorarla, la palabra género aparece seis veces: en el preámbulo del documento, en adaptación, en pérdidas y daños (dos veces), en cooperación internacional, y en la parte del texto que da recomendaciones sobre cómo seguir adelante. Esta última parte, sin embargo, comenta la ruandesa Scovia Ampumuza, facilitadora del programa Resonate, es la que tiene más opciones de ser eliminada del texto. Específicamente, dice que “alienta a las partes a aplicar políticas y medidas climáticas que tengan en cuenta las cuestiones de género, respeten plenamente los derechos humanos y empoderen a los jóvenes y los niños”.
Pero no siempre fue así. La CMNUCC, algo así como la “cuna” donde se albergan estas negociaciones y que se creó en 1992, fue calificada como “ciega ante el género”. En su texto, que supera las 20 páginas, las palabras género o mujer jamás se mencionan. Con el tiempo, sin embargo, el lenguaje empezó a cambiar. La organización Gender Climate Tracker ha hecho un análisis juicioso del asunto. Tras rastrear varios documentos, han encontrado que en 120 de las decisiones que se han tomado bajo esta Convención se menciona la palabra género o mujeres: en el área que más aparece, paradójicamente, es en financiamiento (con 30 decisiones), y en la que menos sucede es en adaptación (con 23 decisiones).
El problema, como comenta la jamaiquina Ayesha Constable, fundadora de GirlsCare y miembro del Global Fund for Women, es que el número de veces que aparecen estas palabras en un texto no son necesariamente un indicador de que exista un avance. “Aunque hemos visto que en los textos las palabras como género y mujeres se utilizan más, esto no se refleja en la forma cómo se están tomando las decisiones a nivel internacional o dentro de los mismos países”. La historia, también cuenta, se ha repetido en los compromisos climáticos que los países elevan ante las Naciones Unidas. “Vemos la palabra hasta 50 veces en los textos, que podría ser hasta el doble que hace diez años, pero pareciera que es simplemente una palabra que lanzan en los documentos, sin tener un real impacto”.
Más renovables, menos combustibles y más género
La COP28 llevaba apenas tres días de haber comenzado, cuando se conoció que más de 100 países se habían comprometido a triplicar la capacidad mundial de energías renovables para 2030, una meta que el mismo presidente de la COP28, Sultán al Jaber, había puesto sobre la mesa y que, por lo menos, de forma no vinculante, parece haber logrado. Casi al mismo tiempo, pero con muchos menos reflectores y apenas respaldada por 60 países, en la COP28 también se lanzó la Asociación de Transiciones Justas y Acción por el Clima con perspectiva de género, un documento que, hasta ahora, ha sido firmado por sólo 12 países de América Latina y el Caribe.
“Desde la COP27, en Egipto, se venía presionando para que se hablara de una transición justa y con enfoque de género”, explica Micaela Guillen Ramírez, coordinadora del Movimiento Ciudadano de Intercambio Climático de Perú y parte del Climate Action Network para Latinoamérica. “La Organización Internacional del Trabajo calcula que alrededor de 1.200 millones de puestos de trabajo, que representan el 40% de la mano de obra del mundo, están en peligro por el cambio climático. Y se prevé que las mujeres serían las más afectadas”.
La asociación que fue anunciada y cuya implementación deberá ser revisada en tres años –durante la COP30– tiene tres pilares: “lograr crear datos de mejor calidad para apoyar la toma de decisiones en la planificación de la transición, obtener flujos de financiación más eficaces para las regiones más afectadas por el cambio climático, y garantizar acceso a la educación, formación y capacitación para apoyar el compromiso individual en las transiciones”.
Se trata, de nuevo, de algo que aún podría quedarse corto. De un anuncio que, al final, lo que da simplemente es una brújula política. “Lo que quisiéramos es que en el Balance Mundial no solo se reconozcan los efectos diferenciados de las mujeres por el cambio climático, sino que se dé señales para que cualquier transición energética que se haga tenga enfoque de género”, comenta Cortés. “Lo ideal es que cualquier texto que hable de triplicar las energías renovables y abandonar los combustibles fósiles tenga también menciones de economía del cuidado y protecciones sociales”. Algo que, por el momento, no está sobre el texto.
Las estructuras de las cumbres siguen siendo masculinas
La historia se repite en todas las cumbres del clima. A la hora de tomar lo que llaman “la foto de familia”, en la que se reúne a los líderes mundiales que asisten a las COP durante los primeros días, queda en evidencia que la mayoría son hombres. Y esta COP28 no fue la excepción: de los 133 líderes que llegaron, sólo 15 eran mujeres. “Aunque no hay datos oficiales sobre las delegaciones, también se cree que las mujeres son una minoría, lo que no ayuda a impulsar la agenda de género”.
No se trata de algo a lo que Naciones Unidas, a pesar de todo, no le haya puesto la cara. Desde 2014, se lanzó un programa para promover el equilibrio de género en las negociaciones climáticas y, durante la COP25, que se terminó realizando en Madrid en 2019, se renovó esta idea al proponer la creación del Plan de Acción de Género que, en teoría, deberá ser revisado en la COP29.
El último documento sobre este plan, firmado en la COP27, hace referencia a estos vacíos en el corazón de las propias cumbres. Por ejemplo, se “invita” a las futuras presidencias de las COP a que “propicien un mayor equilibrio de género en las delegaciones nacionales” y a los organizadores de eventos a que “promuevan una participación equilibrada en cuanto al género”. También “alientan” a los países, entidades públicas y privadas a que refuercen la receptividad de la financiación para el clima a las cuestiones de género”.
Los datos, por el otro lado, apuntan a que no ha existido mucho avance. La participación va a pasos pequeños. Gender Climate Tracker también reporta que mientras en 2009 el 30% de las delegadas eran mujeres, la cifra solo subió a 38% para 2021, e incluso cayó ligeramente el año pasado, en la COP27, con 35% mujeres delegadas.
Desde que se firmó el Acuerdo de París – en el que sí se habla de temas de género, mencionando esta palabra tres veces – solo una mujer ha sido nombrada presidenta de estas cumbres: la chilena Carolina Schmidt Zaldivar, quien lideró las negociaciones durante la COP25.