‘Power Play’ o por qué la política no tiene memoria
Los yacimientos de petróleo que encontró Noruega a principios de 1970 lo convirtieron en uno de los países más ricos del mundo prácticamente de la noche a la mañana. La política del país vivía su gran fiesta con un fondo de corrupción velada, prensa sufragada por un único partido y exceso de motivos para organizar juergas regadas en alcohol. ‘Power Play’, ficción ganadora del premio a la mejor serie en la última edición del Cannes International Series Festival, retrata con gran socarronería aquel momento histórico, que alumbró a una de las referentes europeas más importantes de la historia reciente: Gro Harlem Brundtland.
Ya disponible en Filmin, la serie está protagonizada por Kathrine Thorborg Johansen —quien recientemente cubrió el papel principal de otra sátira nórdica del estilo, ‘El gran fondo’—, encargada de dar vida a Harlem Brundtland, primera mujer al frente del Gobierno de Noruega, que lideró durante 15 años seguidos (1981-1996). También fue directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante un lustro y en 2011 se encargó de mediar en el fin dialogado de la violencia de la banda terrorista ETA como parte del Grupo Internacional de Contacto.
Pero antes de todo ello, antes incluso de la política, fue una joven médica que se vio arrastrada durante el proceso de descomposición del Partido Laborista noruego, cuando la dimisión de su líder agitó los cimientos de la formación como fuego en un avispero. ‘Power Play’ se sitúa en ese contexto para contrastar la mirada naíf e idealista de alguien externo a la política, que poco a poco se va dando cuenta de que detrás de la fachada del edificio del PL lo que hay es una cruenta guerra por el poder. «He sido ingenua por pensar que en política podía cambiar más cosas que como médica», acaba diciendo la protagonista, que se va enredando paulatinamente en las corruptelas, juegos de influencias y, en fin, un baile de máscaras en el que pierde quien desvela sus verdaderas intenciones.
El grano de la cámara, el tono cálido, el coqueteo con la cuarta pared, los chistes metanarrativos, las imágenes reales, la cámara en mano, revoltosa por momentos… Son varias de las características técnicas que conforman una manera atípica de presentar esta historia, que navega entre un ‘biopic’ político y un ‘thriller’, mientras aporta buenas dosis de comedia satírica. Reiulf Steen (Jan Gunnar Røise) es el presidente del partido y Odvar Nordli (Anders Baasmo) el primer ministro, que se apuñalan o se abrazan dependiendo de la oportunidad de cada momento. Harlem Brundtland va tomando nota, comienza a saber culebrear, decir sí y no a la vez —la importancia del sorbosoplido—, a olvidar de dónde viene. Un hacer en la política que recuerda al presente, en el que rige la oportunidad de gobierno y no unos ideales de partido. No hay ética, sino pragmatismo. Política 2.0: ¿a alguien le suena?
Mentiras y mala memoria
Los creadores de ‘Power Play’, Yngvild Sve Flikke y Johan Fasting, retratan una época que pretende apelar a la realidad 50 años después. «A pesar de ser una historia local cuenta el inicio de un proceso que se ha producido en otros países de Europa, EE.UU…», adelanta Sve Flikke desde su domicilio, y añade que «en esta historia de los 70 vemos reflejada la comedia de nuestro tiempo». Fasting por su parte sostiene que, tras la Guerra Fría, «EE.UU. expandió sus políticas en el mundo occidental marchitando la izquierda socialdemócrata, que era una parte orgullosa de Europa en su día», y que se ha exportado un modelo en el que «el carácter y la personalidad de los políticos; sus nombres y caras, ocupan un lugar central de la política».
¿Con qué político se tomaría usted una cerveza? «Son el tipo de preguntas que se le hace a la gente cuando debería tratarse de otra cosa», expresa Fasting, que cree que eso lleva a elegir políticos «divertidos, que dicen lo que todo el mundo quiere oír». «No deberíamos dejarnos engañar por el carisma increíble de Barack Obama cuando está en campaña. Hace que quieras ser su amigo, lo que es bastante bonito, pero también muy peligroso», advierte.
El rótulo de la serie va siempre acompañado del subtítulo «Basado en la verdad, en las mentiras y en la mala memoria». Su significado podría ser la siempre oportuna desmemoria en la política. Sin embargo, el creador explica que «requiere mucho trabajo atravesar las mentiras y la mala memoria para acercarte a la verdad» y hace autocrítica: «La serie también se basa en personas que escribieron sus propias autobiografías». El reto está servido: descubrir las costuras de ‘Power Play’. O de los juegos de poder, a secas.