Petro vuelca el peso diplomático de Colombia en respaldo de Arévalo en Guatemala
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha cerrado filas en respaldo de Bernardo Arévalo en Guatemala. Su audacia diplomática, que en otras ocasiones ha ocasionado roces y críticas, en este caso le valió salir ovacionado del país centroamericano con rumbo a Davos (Suiza), donde participará a partir de este martes en el Foro Económico Mundial. El enésimo intento por torpedear el traspaso de mando, que solo se pudo concretar en la madrugada del lunes, hizo que algunos de los invitados internacionales a la ceremonia se tuvieran que ir antes del juramento. No el colombiano, que se mantuvo firme en su promesa de no partir hasta que asumiera Arévalo.
“Aplausos que valen la pena. Luchas que se deben dar”, escribió Petro en un mensaje acompañado del video del momento de la ovación en X ―antes Twitter―, su red social predilecta. “Mi posición personal es la de siempre, la lucha por la democracia desde cualquier punto de vista y por muchos caminos. Por eso lanzamos una campaña de solidaridad que ayudó en cierta forma a que la desestabilización que estaba en marcha no tuviese efecto”, declaró a la prensa desde Ciudad de Guatemala, donde antes había dejado en el aire la posibilidad de cancelar su viaje a Davos si las circunstancias lo requerían.
Petro, el primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea, está alineado con el mensaje de lucha contra la corrupción de Arévalo y su Movimiento Semilla. Ya se había posicionado claramente con respecto al país centroamericano hace justamente un año, antes de que Arévalo fuera siquiera considerado un contendor en las elecciones de agosto, cuando la cuestionada Fiscalía de Guatemala acusó inesperadamente a su ministro de Defensa, Iván Velásquez. “Lo defenderemos, él seguirá siendo nuestro ministro. Si Guatemala insiste en apresar hombres justos, pues nosotros nada tenemos que hacer con Guatemala”, declaró entonces. Aunque llamó a consultas a la embajadora colombiana, la insinuación de una ruptura de relaciones con el Gobierno de Alejandro Giammattei no llegó a concretarse.
El ministro Velásquez, sostuvo Petro en su día, era perseguido por los intereses que tocó cuando encabezó entre 2013 y 2017 la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que exhibió la podredumbre de la clase política del país centroamericano. En ese cargo, auspiciado por Naciones Unidas, Velásquez desmanteló decenas de estructuras de corrupción y se enfrentó con muchos poderes guatemaltecos. Pisó muchos callos, pero fue muy respetado.
El señalamiento del fiscal Rafael Curruchiche se presentó como un avance en las investigaciones del caso que involucra a la constructora brasileña Odebrecht. Ese mismo fiscal, cuestionado en su país y señalado como actor corrupto por Estados Unidos, pidió en diciembre anular las elecciones en las que resultó elegido Arévalo, en lo que la Organización de Estados Americanos (OEA) consideró de plano un “intento de golpe de Estado”. Desde que el candidato de Semilla ganó las elecciones, la Fiscalía en cabeza de Consuelo Porras intentó torpedear la posesión del presidente electo con la apertura de varios procesos judiciales. Desde el español Pedro Sánchez hasta el chileno Gabriel Boric, la comunidad internacional denunció esas maniobras como un ataque a la democracia y respaldó a Arévalo, pero pocos abrazaron la causa guatemalteca con tanto fervor como Petro.
La llegada de Petro al poder, hace año y medio, marcó la senda de la nueva izquierda latinoamericana. Su discurso a favor de la lucha contra el cambio climático, replantear la política mundial contra las drogas o buscar la paz lo posicionaron internacionalmente en el arranque de su mandato. Después, su hiperactividad en las redes sociales ha socavado a la diplomacia colombiana. Guatemala de alguna manera le ha permitido reafirmarse después de varios pasos en falso.
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Desde la izquierda latinoamericana alertan sobre los riesgos de una justicia politizada, con grandes diferencias de país a país. Las denuncias de lawfare, proscripción o los intentos de derrocamiento como el sufrido por Lula da Silva en Brasil han enturbiado la política regional. “Arévalo es progresista, y Petro se siente identificado en lo que el progresismo ha clasificado como la principal amenaza contra la democracia, que es la guerra jurídica, y siente que Arévalo ha sido víctima de lawfare”, apunta Mauricio Jaramillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, en Bogotá.
Petro quiere ser un líder regional, añade, y cada vez que se presenta una tensión constitucional aprovecha la oportunidad para sobresalir como un defensor de la democracia. Así lo hizo también en el caso de Pedro Castillo en Perú, destituido después de un torpe intento de autogolpe, pero esa postura le provocó en su día un alud de críticas y reproches. El protagonismo que tuvo en Guatemala le permite reacomodar su figura en América Latina.
Poner el peso de Colombia tras la legitimidad de la elección de Arévalo, sin titubeos, le salió bien, valora el analista Sergio Guzmán, de la consultora Colombia Risk Analysis. “Aplaudo lo que hizo Petro en Guatemala, pero hay que ver sus actitudes democráticas en un espectro amplio”, matiza. “A Petro se le va a juzgar también por qué tan democrático es en casa, qué tanto atiende él los reclamos legítimos de la oposición”, añade. Por lo pronto, el presidente de Colombia se puede apuntar un oportuno logro diplomático.
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