El autor que hizo soñar a los jóvenes
▲ Vicente Leñero y José Agustín al recibir la medalla Bellas Artes (2011).Foto José Antonio López
▲ En octubre de 2004, con el escritor y periodista Juan Villoro afuera de la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde José Agustín recibió un homenaje por sus 60 años de vidaFoto María Luisa Severiano
▲ En el mismo acto, con el ensayista y periodista Federico Campbell.Foto Luis Humberto González
MÓNICA MATEOS-VEGA, FABIOLA PALAPA, MERRY MACMASTERS, ÁNGEL VARGAS, DANIEL LÓPEZ y OMAR GONZÁLEZ
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de enero de 2024, p. 3
Colegas y amigos de José Agustín lamentaron la muerte del escritor ocurrida ayer y, sobre todo, reconocieron su gran legado, que marcó a varias generaciones de jóvenes que se vieron reflejados en su obra y soñaban con encontrar una voz propia en la literatura.
Elena Poniatowska dijo a La Jornada que en los años 60 surgieron tres escritores que llamaron poderosamente la atención. Uno de ellos era José Agustín; los otros, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, “los tres eran muy reventados, de una vida loca, poco solemnes y muy atrevidos con los ya consagrados. Decían que iban a ir a quemar la biblioteca de José Luis Martínez y la de Carlos Fuentes, que iban a acabar con el pasado inmediato; eran así, ‘la onda’, surgieron a raíz del estadunidense J.D. Salinger, quien tuvo mucha influencia sobre ellos en el sentido de que había que ser irreverente y escribir como a uno se le da la gana.
José Agustín era un buenazo como escritor y muy alegre. Lo quise mucho, al igual que a los otros dos, hice muy buenas migas con ellos. Los autores consagrados no les hacían mucho caso. Se fueron por el camino de la droga, es triste decir eso, era el camino de la libertad absoluta y decir cosas como que tirarían a su mamá por la ventana, cosas que no se sustentaban en nada, buenas puntadas que hacían reír. En cierta manera, fueron un aire fresco y nuevo. Decían cosas que escandalizaban pero, finalmente, eran encantadores. Carlos Monsiváis me decía que no tratara a esos cuates, nunca los quiso, creía que no iban a aportar nada y que no iban a durar ni 10 años, pero me gustaba la idea que tenían de libertad y de desolemnizar.
Rosa Beltrán, escritora y coordinadora de Difusión Cultural UNAM señaló que José Agustín “fue, es y seguirá siendo absolutamente imprescindible para mi generación. ¿Qué pasa cuando escribes De perfil a los 22 años, después de haber publicado La tumba a los 20?, pues te conviertes en el escritor más joven, y siempre será joven, un chavo alivianado que cambió el lenguaje y las formas de escribir para siempre. No hay nadie de mi generación que no haya tenido o tenga influencia agustiniana o postagustiniana, porque él representa la contracultura, con él ingresa el humor y se queda en la literatura para siempre. Esto no quiere decir que sus temas, que en apariencia son sencillos, no fueran profundos, porque de lo que habla es de la insatisfacción permanente de los jóvenes y de que no encuentran un sentido de vida. Tan congruente fue José Agustín entre la obra que escribió y la vida que decidió llevar, que fue ingresado a Lecumberri y dio la respuesta más feroz que podía tener como escritor: escribió su mejor libro, Se está haciendo tarde (final en laguna), un ejercicio extraordinario de utilización libérrima del lenguaje”.
El poeta Alberto Blanco, quien conoció a José Agustín a principios de los 80 en una tocada de Las Plumas Atómicas por los rumbos de Satélite, recordó que hacían lecturas juntos y escuchaban mucha música; “compartimos viajes, el último fue al puerto de Acapulco para participar en un homenaje con motivo de los 50 años de la publicación de De perfil. Precisamente para esa ocasión escribí este comentario: ‘De perfil no sólo consiguió con su sabiduría narrativa y vital legitimar el lenguaje coloquial de los jóvenes de la Ciudad de México de mediados de los años 60, sino que le dio voz a una generación y un estrato social que no se habían hecho presentes en la literatura nacional como protagonistas: los adolescentes urbanos y clasemedieros de la ciudad de México, con sus muy peculiares actitudes y formas de hablar. Un libro fundacional, donde el ritmo del rock lleva la voz cantante aunque en su trama casi no se haga presente, como sí lo haría de manera notoria en sus siguientes libros. El rock es la música de fondo en De perfil: el aire en el que se mueven sus jóvenes personajes’”.
Para la escritora e investigadora Ana Clavel, “perdemos a una figura iconoclasta que nos marcó literaria y humanamente. Siempre fue amoroso y amable con los jóvenes. Entre sus obras más notables está La tumba, clásico que te da las perspectivas de un personaje juvenil que está sorteando los frentes existencialistas de la vida, así como las decisiones que toma, contado de una manera muy coloquial que hace que la lectura sea todavía más fresca y fluida. Mis libros favoritos son Mi vida con mi viuda e Inventando que sueño”.
Yolanda de la Torre, periodista y sobrina del autor recordó que desde su niñez, José Agustín fue una profunda influencia gracias a mi padre Gerardo de la Torre, quien tuvo una estrecha relación con él desde su juventud, e incluso después cuando fueron cuñados. Luego, cuando impartí clases en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, me di cuenta de que mi tío no sólo tuvo una profunda influencia en mí, sino también en miles de adolescentes; era de locos ver cómo lo leían enamorados y trataban de imitar su estilo para después intentar conseguir una voz propia. Ese es su mejor legado
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El autor y traductor Alberto Chimal dijo que José Agustín “es un ejemplo de la pasión en la literatura, muchos aprendimos de él que escribir se puede disfrutar en la entera libertad. Creo que para mí, la obra fundamental es De perfil, el desencuentro de los chavos con el mundo de los adultos. Lo primero que leí de él fue ¿Cuál es la onda?, una obra con la que recorre los recovecos de la Ciudad de México en compañía de la música y los sueños. Además, fue un precursor fundamental de revistas de la contracultura como Generación”.
Para la escritora Raquel Castro, fue gracias a José Agustín que la literatura hizo un espacio para el futuro, porque sus libros hablaron con los jóvenes de su momento, “les daba una voz y una presencia que no tenían, y además le daba una relevancia al lenguaje vivo que usaban; les dio pertenencia y validez que nunca se les había dado. Me enseñó que no hay elemento pequeño para la literatura, a todo podemos darle forma. También nos mostró cómo enfrentar la tragicomedia mexicana, la habilidad de reírnos de nuestro infortunio, ‘regarla’ con calma y disfrutarlo”.
Hernán Bravo Varela, poeta y editor, dijo que “José Agustín fue el más dotado de su generación y el más propositivo. Pocos debuts fueron tan notables como el de La tumba, publicado con la venia de Juan José Arreola, que era profundamente cauteloso y exigente en sus gustos literarios y editoriales”.
Anel Pérez, académica de la UNAM, consideró importante poner la mirada en el riesgo que José Agustín tomó al romper con un canon literario, algo que siempre apoyaré. Como académica me parece fundamental dudar, preguntar, problematizar. La herencia más importante del escritor fue dudar del lugar que debía tener la literatura y pensarlo fuera de la caja, pensar que la literatura podía ser otra cosa, ser irreverente, que podía darle un giro con un vocabulario distinto
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