Cómo encarar una transición energética
Las consecuencias del cambio climático ya se sienten en todo el planeta. Olas de calor, sequías, tormentas, lluvias torrenciales, eventos que se repiten de forma más intensa y frecuente. Lo provoca la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), que vienen en aumento desde el comienzo de la era industrial donde el uso de combustibles fósiles cambió para siempre a la sociedad. Primero fue el carbón mineral, luego el gas natural y ahora el petróleo. Causas y consecuencias desconocidas durante mucho tiempo y que hace años la ciencia muestra innegables. El gas de efecto invernadero más conocido es el dióxido de carbono, aunque también son importantes el metano y el óxido nitroso.
Ese contexto impone una necesidad urgente de generar cada vez menos GEI, para lo cual se debe disminuir cada vez más el uso de combustibles fósiles. Al ritmo actual, la emisión mundial de GEI provocará un aumento de la temperatura del planeta respecto de las mediciones de la era preindustrial, que superará los 1,5 grados centígrados y, muy probablemente, los 2 grados. Este incremento se encuentra en el límite de las metas y los umbrales fijados por el consenso de la comunidad científica para que las consecuencias del calentamiento global no sean irreversibles.
Reducir o reemplazar
Hay dos maneras de disminuir el uso de energías fósiles: reducir el consumo general de energía o tender al reemplazo de las fósiles por energías renovables. El mundo se encuentra abocado a esta última tarea, la transición energética.
Reducir el uso de combustibles fósiles dentro del proceso de transición energética presenta diversas aristas e implicancias. Para empezar, las diferencias del impacto que provoca que la disminución venga dada por la utilización de un tipo de recurso o de otro. El grado de emisión de GEI que provoca el uso de carbón mineral es comparativamente -esto es, por cada unidad de energía obtenida- mayor al que provoca el uso de petróleo. Y a su vez la emisión de GEI por el uso de petróleo es comparativamente mayor al generado por el uso de gas natural.
Cambiar la fuente energética desde carbón mineral a gas natural resulta en una disminución del 45 por ciento de la emisión de GEI. Por lo tanto para disminuir la emisión de GEI hay que dejar de utilizar carbón mineral como fuente energética. Además hay que ir reduciendo la participación del petróleo en la torta energética. Tercera conclusión, hay que aprovechar el gas natural como energía temporal de la transición energética. Cuarta conclusión, se deben desarrollar enormemente todas las distintas fuentes de energía renovable para que las primeras tres conclusiones tengan sentido y no se extiendan indefinidamente en el tiempo.
Cómo llegamos hasta acá
Los GEI son fruto de la acumulación de años y años de emisiones a la atmósfera. Históricamente, los países hoy llamados desarrollados fueron quienes produjeron esa gran cantidad de gases: Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Alemania, Japón, Canadá, Ucrania, Francia y varios otros de la Unión Europea. Más recientemente se sumaron a ese gran grupo emisor otro conjunto de países hoy considerados en desarrollo: China, Brasil, Indonesia, India, Arabia Saudita, Irán, Corea del Sur, Australia y algunos más.
Actualmente tan sólo diez países producen el 70 por ciento de las emisiones de GEI. ¿Si estos grupos de países fueron quienes generaron la gran bola de nieve, es justo que ahora nos quepan a todos las mismas responsabilidades y con ello debamos actuar en consecuencia todos bajo los mismos criterios? La respuesta claramente es no. Nadie duda que estamos todos en el mismo barco, no somos negacionistas de las causas del calentamiento global, sabemos muy bien que los problemas del cambio climático nos afectan a todos, pero queremos ser justos en el planteo de las soluciones.
Se ha hablado mucho del canje de deuda por acción climática, dado que somos deudores financieros pero acreedores ambientales. Si bien puede ser parte de la solución en los países con saldo ambiental positivo, para aquellos países que más contaminaron no debe convertirse en la posibilidad de pagar para seguir contaminando. Podría establecerse un ranking acumulativo histórico de emisiones de GEI que cuantifique la emisión realizada por cada uno de los países, desde la revolución industrial hasta la fecha, y con este orden establecer responsabilidades, quienes más contaminaron, más rápido y con mayor intensidad deberían realizar la transición.
Incluso, en el caso de los mayores contaminadores debería pensarse no sólo en que dejen de emitir muy rápidamente, sino también en que generen proyectos de captura de GEI de magnitud significativa. Sin embargo, hoy en lugar de comprometerse a una distribución equitativa de las soluciones, varios de estos países imponen barreras proteccionistas que terminan generando más degradación y contaminación en nuestros países del sur global. En la discusión por una solución equilibrada de las responsabilidades, debemos estar atentos para que la transición energética de los países desarrollados del norte no implique un nuevo saqueo de los recursos naturales de los países en desarrollo del sur.
Argentina
La crisis sanitaria mundial que atravesamos hace muy poco por la pandemia de Covid-19 no cambió las bases de la crisis ambiental que padecemos: no salimos mejores. La guerra en Ucrania llevó a Alemania, principal impulsor de la transición hacia el uso de energías más limpias y cabeza económica de la Unión Europea, a reabrir sus minas de carbón para abastecerse de la energía que antes obtenía del gas ruso. China, en su rebrote económico luego de la caída postpandemia, sigue manteniendo como su principal fuente energética al carbón mineral.
Se abre una serie de oportunidades temporales en la que Argentina puede y debe ofrecer recursos mucho menos contaminantes. Podemos exportar petróleo de Vaca Muerta para reemplazar carbón mineral y generar una disminución importante en la emisión actual de GEI. Podemos exportar gas natural para disminuir aún más las emisiones de gases. En el contexto actual, desarrollar Vaca Muerta y el off shore son medidas de gran importancia ambiental, al mismo tiempo que permitirían garantizar nuestra soberanía energética.
Debemos fomentar ese desarrollo al mismo tiempo que impulsamos la generación de todas las fuentes de energía renovable: parques eólicos y fotovoltaicos, hidroeléctricas, nucleares, biomasa, biogas, biocombustibles, etc. Y asociado a todo esto, impulsar la exploración y producción de litio, componente esencial en el proceso de la transición energética para el almacenamiento de energías renovables y principalmente en lo relativo a la electromovilidad. El desarrollo planteado debe realizarse incorporando gradualmente valor agregado local en todas las cadenas relacionadas.
Quiero aclarar que no propongo la desregulación de las actividades productivas; creo todo lo contrario, que para un mayor desarrollo necesitamos de más Estado, que impulse, pero a la vez que regule fuertemente para que el desarrollo se propicie de manera sostenible ambiental y socialmente.
Las investigaciones en eficiencia energética han logrado importantísimos avances en la disminución del consumo de energía. Por ejemplo, iluminar actualmente una ciudad con luces led se logra con la mitad de la energía que se necesitaba hace unos años con luces de bajo consumo; y se utiliza casi diez veces menos energía que la necesaria con las viejas lámparas incandescentes. La paradoja es que, aun siendo más eficientes, lo que haría disminuir el consumo de energía, cada vez consumimos más.
Surge entonces la pregunta de si es posible, con este nivel de consumo de energía, pasar de la actual matriz energética basada en combustibles fósiles a una matriz enteramente de energías renovables. Varios estudios indican que no, o al menos proyectan muchas dudas. Escapa a este artículo, pero dejo planteada la inquietud que nos debemos hacer en cuanto a discutir la necesidad de disminuir el uso desmedido de energía, y repensar nuestras sociedades basadas en la producción y el consumo per-sé como única fuente de riqueza, progreso y felicidad.
Por último, la misma equidad planteada a nivel global debe asumirse para solucionar los problemas que existen a nivel local. Las grandes ciudades y sus conglomerados son responsables de las mayores emisiones de GEI y consumo de energía. Mientras que muchos pueblos y ciudades menores tienen faltante energéticos, no cuentan con fuentes estables para la generación de energía o se sustentan en base a centrales termoeléctricas convencionales que utilizan combustible diésel.
Para una transición más justa, no sólo debe transformarse la matriz energética, la energía debe estar accesible en todos los lugares de nuestro país, debe tener costos adecuados que permitan tanto producirla localmente como poder consumirla y se deben incluir proyectos de menor escala que admitan la generación por las mismas redes de consumidores y cooperativas.
* Biólogo, docente e investigador del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.