Hablemos del cambio climático en la economía del hogar – Excélsior
Los efectos del cambio climático se hacen cada vez más evidentes en diversos aspectos de la vida cotidiana, uno de ellos es su influencia, tanto en el aumento de los precios (inflación) como en la demanda de productos y servicios.
El riesgo de inflación, entendiendo ésta como el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios durante un periodo de tiempo determinado, se encuentra presente por el cambio climático de diversas maneras, principalmente en lo concerniente a la producción agrícola, los recursos naturales y la infraestructura.
Y, aunque esto pareciera un tema para los expertos, debe ser del interés de todo ciudadano, puesto que el impacto económico y social del encarecimiento de alimentos, transportes y diversos productos se ve reflejado en la economía de cada hogar.
Por ejemplo, el impacto del cambio climático en la producción agrícola repercute en los precios de los alimentos debido a que ciertas condiciones climáticas, como las sequías, inundaciones y cambios en los patrones de lluvia, pueden reducir la cantidad y calidad de los cultivos, lo que lleva a una disminución en la oferta de alimentos y esto, a su vez, puede aumentar los precios, contribuyendo así a la inflación.
Asimismo, los efectos del cambio climático en los recursos naturales, como el agua y la energía, son considerables, no sólo por el agotamiento de los mismos, pues la disminución de lluvias provoca que los niveles de agua en los embalses sean más bajos, encareciendo los precios del agua y la energía hidroeléctrica, por ejemplo.
En materia de infraestructura, los fenómenos climáticos extremos, como huracanes o tormentas, pueden afectar severamente las vías de comunicación, edificaciones, caminos y redes eléctricas, lo que, además de su impacto directo, influye en el aumento de los costos de producción y transporte de alimentos, productos y servicios, es decir, nuevamente, en la inflación.
Hace algunos días, el Banco de México (Banxico) alertó sobre el papel que podría jugar el cambio climático en el descenso de la inflación, ajustando sus pronósticos, pues, del 4.3 que se tenía previsto, ahora se estima, podría ser del 4.7 por ciento.
¿Por qué debería importarle esto a cada ciudadano? Por una cuestión tan simple y tan llana como que el precio de cada fruta, cada verdura, cada trozo de carne y cada uno de los alimentos que nos llevamos a la boca, así como la gasolina del transporte en que nos trasladamos para nuestras diversas actividades, la producción de medicamentos y, en general, el encarecimiento de las materias primas para infinidad de productos y servicios que consumimos en la vida cotidiana, depende en gran medida de disminuir el ritmo acelerado del cambio climático, es decir, de nuestras acciones para no contribuir a éste.
Se nos ha hablado mucho de los efectos de este fenómeno desde el perfil ambientalista y, probablemente, con cierto romanticismo, sobre lo que sería vivir en un mundo mejor si cuidamos el medio ambiente, no obstante, es preciso que comencemos a darnos cuenta de que nuestras acciones cobran un costo muy alto y no sólo para el planeta o para las futuras generaciones, sino que también el costo es para nosotros mismos hoy y ahora, pues en la medida que aumenta la crisis climática, más caro tenemos que pagar por lo que consumimos y más difícil es costear la calidad de vida.
Por todo ello es fundamental tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarnos de forma sustentable a la vida, antes de que nuestra irresponsabilidad haga que el precio de la vida se vuelva impagable.