Lo que pudo haber sido el Apple Car: una furgoneta eléctrica con conducción autónoma
Después de que el iPhone revolucionara el mercado de móviles y lazara un diseño que se convirtió en el estándar mundial, Apple lleva una década buscando el nuevo invento que les permita dominar un nuevo segmento. En ese tiempo han metido las manos en muchas tartas (streaming de música y vídeo, relojes inteligentes, altavoces, realidad virtual…), pero ninguna ha supuesto el mismo éxito arrollador que supuso (y sigue suponiendo) el smartphone original. El plan que trazó la firma en 2014 era que su siguiente gran ‘pelotazo’ sería un coche eléctrico que revolucionara el mercado, el ‘Apple car’. Un invento que la firma ha archivado definitivamente y que deja detrás de sí una serie de ideas y prototipos que apuntan a lo que pudo haber sido y no fue.
Obviamente, el mayor obstáculo de Apple es que un coche no era como un ordenador: no era un salto lógico para una empresa de ‘gadgets’ informáticos. Pero Tesla les dio una oportunidad histórica: la firma de Elon Musk hanbía diseñado sus coches no como un automóvil tradicional, sino más bien como unos ordenadores sobre ruedas, en los que el ‘software’ es casi tan importante y valioso como las piezas del motor. Un puente entre los dos mundos que Apple podía aprovechar para vender suscripciones a Apple Music para oír mientras se conducía, Apple TV para entretener a los pasajeros, y sistemas de conducción autónoma a cambio de un coste adicional.
El problema es que la idea era tan revolucionaria para la propia empresa que los propios trabajadores no se ponían de acuerdo en los detalles. Según cuenta Bloomberg, hubo batallas que iban desde si de verdad fabricar un coche era el salto lógico, a si el coche sería autónomo y qué nivel de autonomía tendría. Y en ese tiempo, la firma estudió la posibilidad de adquirir Tesla (en 2014 valía solo 30.000 millones de dólares y aún estaba dando sus primeros pasos), y más adelante se planteó comprar McLaren, la firma de deportivos de alta gama que compite en la Fórmula 1. En otro momento, también según la agencia de noticias, Apple se planteó llegar a un acuerdo con Mercedes-Benz para que fueran ellos los fabricantes de la parte física del coche, pero se echaron atrás al ver que tendrían que compartir su tecnología de ‘software’ con la firma alemana.
La ‘manzaneta’
En este tiempo se han ido filtrando muchos posibles diseños para el prototipo de coche. Una de las ideas originales, firmada por el legendario diseñador de la casa Jonathan Ive y apodada Bread Loaf (‘barra de pan’), se parecía a una furgoneta Volkswagen de los años 50. Quizá por casualidad, la firma alemana presentó a mediados de la pasada década un modelo muy parecido, el ID Buzz, tras contratar a una serie de empleados de Apple. Las baterías de ese modelo se fabricarán, precisamente, en su fábrica de Sagunto (Valencia).
Pero más adelante, la empresa dio un volantazo y pasó a diseñar un coche de conducción plentamente autónoma, que no habría necesitado pedales, volante ni los controles tradicionales. Esos cambios habrían permitido llenar el espacio de pantallas para entretenimiento y actividad, poner asientos reclinables, remodelar el sistema de aire acondicionado y, en la práctica, convertir al coche en casi una ‘sala de juegos’ en la que ver series, charlar con gente, navegar por internet, trabajar o echarse la siesta mientras el piloto automático te llevaba a tu destino.
El diseño de ese modelo era parecido al de la Canoo Lifestyle Vehicle, una furgoneta tecnofuturista con un techo de cristal que se podía abrir, bordes redondeados y los dos extremos del coche idénticos, de forma que pudiera circular tanto para delante como para atrás sin notar diferencias.
De ahí se paso a un diseño similar al de Ive, pero mucho más radical. En cierta manera, era el opuesto al Cybertruck de Tesla: si la furgoneta de Musk está llena de ángulos rectos, esta versión sería tan curva y redonda que prácticamente no habría espacio para las ventanas, algo también parecido al modelo básico de Canoo, aunque más radical aún: habría sido como estar en una burbuja. Las puertas se abrirían hacia arriba, como las del mítico DeLorean.
Aquellos diseños tan revolucionarios acabaron en la nada por un gran problema: la dificultad de hacer coches plenamente autónomos. Si iban a ir a un vehículo que solo tuviera un asistente de conducción, como finalmente se resignaron a hacer, entonces el coche necesitaba pedales, volante, ventanas, retrovisores y asientos delanteros que miraran hacia la carretera, no a un ordenador interno. Unos cambios que devolvieron el diseño revolucionario a algo más normal.
Finalmente, aquel invento acabó en un cajón, tras dar mil vueltas y no llegar a ninguna parte. Una decisión que permitirá a la firma invertir más en la IA, la nueva gran apuesta para el futuro tecnológico, pero que supone renunciar a la posibilidad de una revolución tecnológica como la que supuso el iPhone. Los verdaderos obstáculos fueron dos: la dificultad de crear un coche autónomo (que hubiera sido el verdadero avance) y la fuerte competición en el mercado automovilístico. Cuando todo el mundo está lanzando ya coches eléctricos tradicionales, lanzar uno más, por bonito que sea, no garantiza arrasar como lo hizo Apple en los teléfonos.