En lo profundo del esfuerzo de Brasil por erradicar el desperdicio de alimentos – UNEP
A los 19 años, Regina Tchelly dejó su pequeña ciudad natal en el noreste de Brasil y llegó a Río de Janeiro con un sueño: convertirse en una chef famosa.
Cuando llegó allí, Regina Tchelly, acostumbrada desde su infancia a no desperdiciar comida, se entristeció al ver con qué frecuencia los vendedores ambulantes tiraban comida en buen estado.
Esta situación la llevó a emprender un nuevo camino culinario. Empezó a llevarse a casa comida desechada de su trabajo como camarera y creó recetas innovadoras, como pan de especias con cáscara de plátano y quiche de tallos de brócoli. Esa experiencia acabaría llevándola a fundar Favela Orgânica. La organización ha enseñado a miles de personas con bajos ingresos, así como a quienes venden en la calle y a quienes trabajan en restaurantes, a desperdiciar menos alimentos, combatir el hambre y hacer frente a las consecuencias ambientales, a menudo devastadoras, del desperdicio de alimentos.
«No debería existir el concepto de desechar. Con ello desperdiciamos nuestro planeta», afirmó Regina Tchelly, quien ahora tiene 42 años. «Tenemos que cambiar nuestros hábitos. Estamos inmersos en una enorme crisis climática. Aquí, la gente aprende cómo la comida sana y los hábitos sostenibles pueden beneficiar tanto a nuestra salud como al planeta».
Regina Tchelly forma parte de un movimiento creciente en Brasil para reducir el desperdicio de alimentos, que se está extendiendo rápidamente por todo el mundo.
En todo el mundo, los hogares desperdician más de 1.000 millones de raciones de comida cada día a pesar de que 783 millones de personas padecen hambre, según el Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 recién publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero proceden de la producción y descomposición de alimentos que terminan desechándose.
Brasil, el sexto país más poblado del mundo, produce unos 20 millones de toneladas de residuos alimentarios al año. Según estimaciones del Gobierno de Brasil, unos 27 millones de personas sufren inseguridad alimentaria. Sin embargo, mediante la recopilación de datos, la elaboración de políticas y la colaboración, el Gobierno brasileño (desde el nivel federal al local) y los grupos comunitarios están trabajando activamente para invertir el rumbo.
«Reducir el desperdicio de alimentos no solamente es esencial para hacer frente a la inseguridad alimentaria, sino también para combatir la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación», aseguró Ruth Zugman do Coutto, Jefa de la Subdivisión de Mitigación del Cambio Climático del PNUMA. «Se calcula que en 2050 el 80% de los alimentos se consumirá en las ciudades, por lo que es crucial implicar a los gobiernos locales para que tomen medidas contra el desperdicio de alimentos. Podemos hacer uso de las densas redes urbanas de las ciudades para redistribuir, suprarreciclar o reciclar alimentos y nutrientes».
Renovando el menú
En 2010, Brasil estableció una política nacional sobre residuos sólidos, que obliga a las administraciones municipales a implantar sistemas de compostaje. Sin embargo, esta legislación no especifica medidas para prevenir el desperdicio de alimentos.
A través de la colaboración con el PNUMA, organizaciones sin ánimo de lucro y líderes municipales, Brasil está desarrollando un nuevo borrador de política nacional sobre reducción de desperdicios alimentarios y sobre el compostaje. Se prevé que entre en vigor a principios de 2025. La política proporcionará a los alcaldes y demás partes interesadas de todo el país una serie de directrices para reducir el desperdicio de alimentos y poner en marcha proyectos de compostaje.
Asimismo, Brasil está desarrollando su primera estrategia nacional hacia un modelo de economía circular, que se centrará en la renovación de los sistemas alimentarios para reducir al mínimo los desechos generados en la producción, la distribución y el consumo.
«Con el apoyo del PNUMA, pudimos entender que el gobierno federal necesitaba hacer algo más integrado y poner de relieve este problema a todo el mundo», señaló Adalberto Maluf, secretario nacional de Medio Ambiente Urbano y Calidad Ambiental de Brasil. «Estamos desperdiciando más del 22% de nuestros alimentos. (Sin acción,) nunca vamos a alcanzar los objetivos de hambre cero».
De origen local
Adalberto Maluf afirma que, mientras el Gobierno de Brasil se replantea su enfoque del desperdicio de alimentos, las autoridades están colaborando con diversos socios, entre ellos la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), un organismo público de investigación afiliado al Ministerio de Agricultura.
Gustavo Porpino, experto de Embrapa y colaborador del Informe del PNUMA sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024, afirma que eliminar el desperdicio de alimentos puede tener beneficios de gran alcance.
«La agenda de los sistemas alimentarios tiene valor económico, tiene valor social, tiene valor ambiental —señaló Gustavo Porpino—. Puede generar varios impactos positivos».
Con Brasil como anfitrión de la Cumbre del Grupo de los 20 de este año y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) del año que viene, Adalberto Maluf declaró que el país está deseoso de «llevar el debate sobre el compostaje y los residuos alimentarios a la (discusión) economía circular», al tiempo que se muestra «proactivo en la construcción de la agenda para reducir la pobreza».
Gustavo Porpino añade que el liderazgo comunitario es fundamental para complementar los esfuerzos gubernamentales. Al hablar de las campañas activistas sólidas contra el desperdicio de alimentos, destaca la labor de una organización.
Servir por el cambio
De vuelta a Río de Janeiro, Regina Tchelly suelta una carcajada al hablar de los elogios que recibe su organización. «Este es un lugar donde no trabajamos para competir, sino para cooperar. Aquí trabajamos para demostrar que todos somos capaces, que todos nos ayudamos».
Bajo la dirección de Regina Tchelly, Favela Orgânica imparte talleres sobre lo que ella denomina «gastronomía alternativa»: maximizar el uso de ingredientes, promover el compostaje casero y posibilitar la horticultura urbana en espacios reducidos. Estos talleres ayudan a los miembros de la comunidad a replantearse su relación con la comida y a reducir los residuos.
La organización está formando actualmente a 160 mujeres de las favelas de Río de Janeiro en jardinería urbana y en la importancia de un enfoque basado en el ciclo de vida, que garantice que cualquier producto sobrante se devuelva a la cadena alimentaria.