Unos arqueólogos descubren nuevas huellas de dinosaurio y misteriosos símbolos junto a ellas
Fuera de los sueños de algunos fanáticos de Parque Jurásico, los humanos nunca vivieron entre dinosaurios (es decir, no avianos). De hecho, la palabra «dinosaurio» no entró en nuestro léxico hasta hace unos 180 años, 66 millones de años después de que el reino de estos mal llamados «terribles lagartos» llegara a su fin. Aunque los humanos y los dinosaurios están separados por muchas épocas geológicas, eso no significa que los pueblos antiguos no interactuaran con los dinosaurios o, más concretamente, con las cosas que los dinosaurios dejaron atrás.
Científicos del Instituto Nacional de Patrimonio Histórico y Artístico de Brasil han descubierto petroglifos humanos cerca de huellas creadas por dinosaurios, concretamente terópodos, saurópodos y ornitópodos. Las huellas se crearon probablemente a principios del Cretácico, hace entre 145 y 100 millones de años, mientras que los petroglifos (compuestos en su mayoría por círculos, líneas radiales y motivos abstractos) son mucho más recientes. Probablemente fueron tallados en la roca hace sólo entre 3.000 y 9.000 años.
Este asombroso despliegue de pasado y (relativo) presente se encontró en el yacimiento de Serrote do Letreiro, en el estado de Paraíba, al noreste de Brasil -no lejos de la ciudad costera de Recife- y fue objeto de un nuevo artículo publicado recientemente en la revista Scientific Reports.
«Los petroglifos representan un registro único y significativo, dada su asociación directa con huellas fósiles de dinosaurios», se lee en el artículo. «Este conjunto de pruebas arqueológicas y paleontológicas indica inequívocamente que las poblaciones humanas durante el periodo precolonial interactuaron con el registro fósil y probablemente lo asimilaron, incorporando dicho registro a su expresión gráfica, cultural, y, en consecuencia, integrándolo en su identidad colectiva.»
Aunque estos petroglifos parecen indicar una comprensión de las huellas (o incluso reverencia por ellas), probablemente sea imposible saber qué representan estos símbolos, o incluso quién los hizo. El autor principal del estudio, Leonardo Troiano, declaró a New Scientist que los pueblos que poblaron el nordeste de Brasil durante esta época eran «nómadas o semisedentarios», y que «utilizaban herramientas de piedra y sobrevivían cazando y recolectando los recursos naturales disponibles». En otras palabras, no dejaron mucho que los arqueólogos puedan reconstruir.
Por supuesto, estos antiguos pueblos no podían saber qué criaturas habían dejado estas huellas. Y es comprensible: en el siglo XVIII, la creencia común era que los huesos de dinosaurio pertenecían a una raza gigante de humanoides extintos.
Según Troiano, es probable que estas gentes pensaran que las huellas pertenecían a algún tipo de ave gigante, una suposición sorprendentemente acertada (al menos si se compara con la descabellada idea de gigantes de aspecto humano). Para preservar esta maravilla paleontológica y antropológica, los autores abogan por «medidas inmediatas de mitigación para evitar más daños» causados por el hombre y los animales salvajes.
Así que, aunque este yacimiento de Brasil no es exactamente un paseo por un prado de T. Rex en la Isla Nublar, es una prueba notable de que una especie de relación entre humanos y dinosaurios se remonta más atrás de lo que creíamos.
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