94 rescates exitosos en 20 años: la organización mexicana que salva ballenas atrapadas en redes
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Lo más difícil es ubicar a la ballena. Pueden pasar muchos minutos bajo el agua y salir metros adelante. Para Astrid Frisch Jordán, bióloga y coordinadora nacional de la Red Nacional de Atención a Ballenas Enmalladas (Raben), “es como encontrar una aguja en un pajar”. Los rescatistas profesionales salen en dos pequeñas lanchas inflables en busca de una ubicación que recibieron por un reporte de WhatsApp con fotografías del cetáceo que se pueden encontrar. Una vez localizado, utilizan un gancho atado a una boya para sujetarse a la red o arte de pesca que jala la ballena de la que la quieren liberar. Se parece un poco a la forma en que las cazaban antes, pero sin lastimarlas. “Luego le vamos metiendo más boyas para frenarla, sobre todo que permanezca un poquito más de tiempo en la superficie”, dice Frisch. Y usan navajas con punta hacia dentro para evitar cortar a la ballena y una extensión para no acercarse tanto. Cada rescate es distinto al anterior. A veces tardan días en desenredarlas por completo con viajes de regreso a tierra firme al anochecer; por eso la importancia de volverla a encontrar.
Desde 1970, los enmallamientos son un factor que limita la recuperación de especies de mamíferos marinos y una enorme fuente de mortalidad y lesiones causadas a las ballenas por el ser humano en todo el mundo. Los enmallamientos ocurren en todo tipo de operaciones de pesca, desde naves industriales hasta pesquerías artesanales y ocurren cuando los mamíferos se encuentran con diferentes tipos de artes pesqueras que incluyen redes, cuerdas o material abandonado en el mar, que quedan enredadas alrededor de su cuerpo. Según el artículo científico publicado este año por Frisch Jordán junto con Diana C. López Arzate, debido a que una gran parte de las especies de ballenas migran entre aguas continentales, donde ocurre el 95% de la pesca, tienen un alto riesgo de quedar enmalladas en equipo pesquero. De no atenderse, la ballena puede dejar de alimentarse y morir.
Astrid Frisch y Karel Beets son pareja y se mudaron de la Ciudad de México a Puerto Vallarta en 1996 para manejar la agencia de viajes de ecoturismo Ecotours de México que iniciaron en 1991 con la idea de regresar algo a la naturaleza en cada viaje. A la par, Astrid tomaba fotografías de las colas de las ballenas para su propio catálogo de investigación y, tras identificar similitudes con los de otros investigadores, propuso unificarlos. Su pasatiempo se convirtió en una asociación civil llamada Ecología y Conservación de las Ballenas (Ecobac), que informa, documenta, investiga y difunde la conservación de la ballena jorobada y su hábitat.
El rescate de ballenas enmalladas, que se acabó convirtiendo en su programa insignia, no era parte del plan inicial. Pero el 3 de enero de 2004 recibieron el reporte de una ballena enredada en redes agalleras (las más comunes en México), o chinchorros, como se conoce coloquialmente. “Lo siento, pero no hay nada que podamos hacer”, cuenta Frisch que respondió, porque no se dedicaban al rescate de ballenas. De hecho, nadie en México lo hacía. A la tercera llamada era más que obvio que debían prepararse para salir en caso de que los volvieran a buscar. Era raro que una ballena se quedara durante cuatro días en la bahía. A la cuarta llamada, compraron herramientas de jardín y salieron dos lanchas con touroperadores, investigadores pesqueros, personal de la 8ª Zona Naval de Puerto Vallarta, y Ecobac y “como Dios les dio a entender” liberaron a la ballena.
Después, Frisch consiguió una capacitación con Daniel Mattila, uno de los rescatistas más importantes de la Comisión Ballenera Internacional, para ella, Beets y otro rescatista: Ricky Rebolledo. Así, crearon el primer equipo Raben, que sigue funcionando con voluntarios de instituciones públicas y empresas privadas. Más tarde, con apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), capacitaron a 15 equipos diferentes hasta 2016.
“Nos arriesgamos mucho en ese primer rescate, pero por mi formación y por lógica no dejé que nadie se metiera al agua”, dice Frisch durante un viaje de investigación en febrero de 2024. “Siempre es la primera reacción de la gente porque el animal está en el agua y tampoco es fácil acercarse en una lancha, pero es un animal grande en estrés cuya actitud puede cambiar de un momento a otro”. No meterse al agua se convirtió en la regla número uno de su protocolo para rescate de ballenas enmalladas. Ahora, más de 200 rescatistas voluntarios en el Pacífico Mexicano y Golfo de California deben seguirlo al pie de la letra.
En 20 años de trabajo, la organización ha recibido 240 llamados de auxilio en el Rabenmóvil de los cuáles 218 fueron confirmados con fotografías y evidencias de enmallamiento y 94 se liberaron por completo. Sin embargo, estos casos son subrepresentaciones del problema, pues estos animales migratorios solo se atienden si se encuentran cerca de la costa por equipos especializados. Los rescatistas ahora reciben reportes de ballenas observadas con drones desde la playa, lo que les representa un nuevo reto para localizarlas.
Mundialmente, el problema de enmallamientos es poco conocido y, en México, el primer artículo científico dedicado al tema fue el que publicaron Frisch y López. En él, identificaron ocho especies de ballenas, siendo la jorobada la más común en aguas mexicanas. Según el estudio, el arte de pesca en el que más se enredan las ballenas son las redes agalleras, incluyendo el 80% de los casos de doble enredo que implica a una madre y su cría; el 23,4% son vasijas, como con las que se pesca cangrejo, que aumentaron los reportes de 2015 a 2020. El 10,1% de los casos fueron de cuerda y boya, y 9,1% equipo abandonado, del cuál el 57,9% estuvo asociado con crías enredadas. Las redes agalleras también representan una mayor incidencia de mortalidad para las ballenas enredadas en ellas, ya que el 66% de reportes con este arte de pesca murieron. Aunque el porcentaje de fallecimientos tras intento de liberación fue de sólo 7,8%.
Una de las intenciones de Ecobac es que en México los pescadores marquen sus artes de pesca, como lo hacen en Canadá y Estados Unidos, pues esto facilita saber dónde se enredó la ballena y cuánto viajó hasta ser atendida por el equipo. Esta información les da herramientas para entender mejor sus costumbres de migración y prevenir accidentes en zonas localizadas.
“Los casos que hemos tenido de muerte de ballenas significan una pérdida grande, sobre todo las hembras, que son los animales reproductivos. Es mucha frustración cuando no la encuentras o no la ubicas o no la puedes liberar por completo, porque haces tu mejor esfuerzo y no siempre se puede tener éxito”, dice Frisch. Como todos los miembros del equipo, ella debe tener la cabeza fría durante el rescate para tomar las mejores decisiones en momentos de tensión.
Desde 2016, tanto el Gobierno de México como el de Estados Unidos cortaron fondos para conservación, por lo que Ecobac colabora con ONGs, fundaciones y donadores privados para recaudar fondos tanto para los rescates como para investigación. De acuerdo con el informe Cuidar lo que importa PPEF 2024 del colectivo Nossa (Noroeste Sociedad Civil para la Sustentabilidad Ambiental), “las áreas naturales protegidas de México, claves para afrontar la emergencia climática, apenas tienen 10,7 pesos (0,64 dólares) por hectárea para su manejo y conservación en 2024, mientras que en 2016 (año con mayor presupuesto en la Conanp) se ejercieron 26,5 pesos (1,60 dólares) por hectárea, lo que ya era insuficiente”. El presupuesto de Conanp ha sido el más bajo en los últimos 3 años (2022-2024) desde 2012.
En 2016, también las ballenas jorobadas empezaron a cambiar su distribución debido al calentamiento global, con lo que se atoraban en trampas de pesca de cangrejo, y los enmallamientos aumentaron más del doble en solo un año. “Tuvieron como tres años seguidos una cantidad de locura de más de 70 reportes”, dice Frisch. “Desafortunadamente a veces necesitas cosas drásticas para que los Gobiernos inviertan”. Entonces se estableció una veda que, a su vez, generó una pérdida de millones de dólares para la pesquería de cangrejo, y el Gobierno de EE UU tuvo que invertir millones de dólares para mejorar sistemas y reducir enmalles.
Las investigadoras abogan por la prevención para evitar que este problema siga ocurriendo. Ecobac y Conanp han creado folletos y realizado tres talleres de prevención a los pescadores de Guerrero Negro, en Oaxaca del Sur; San Blas, Nayarit, y Puerto Ángel, en Oaxaca, para enseñarles técnicas preventivas como no dejar las redes desatendidas en temporada de ballenas, o alumbrarlas de noche para llamar atención de los cetáceos de alguna forma y que puedan alejarse de la red. Raben continúa a pesar de las dificultades con la participación de todos los voluntarios, tal vez por el hipnótico efecto de encontrar una ballena de frente que, para las biólogas entrevistadas, fue amor a primera vista.