¿Cuáles son los impactos de vender a Nutresa?
Esta venta es histórica, tendría efecto por varios años y definirá ruta del desarrollo regional y nacional.
De concretarse, la compra de la mayoría de la propiedad del Grupo Nutresa por el Royal Group de Abu Dhabi y la familia Gilinski sería el evento más importante del mundo de los negocios en Colombia en las últimas décadas. Y aunque los medios colombianos han cubierto ampliamente la noticia, creo que han pasado por alto algunos de los elementos de su verdadera importancia.
Desde mi experiencia estudiando la historia empresarial de Latinoamérica y mi familiaridad con el ecosistema de inversiones del Medio Oriente, creo que este evento es realmente trascendental por dos razones. Por un lado, implicaría la reconfiguración más profunda en los negocios de la élite empresarial antioqueña de los últimos 50 años. Por el otro lado, esta sería la primera, de muchas por venir, de las grandes adquisiciones de activos basados en Colombia dentro del sector de alimentos por parte de grupos extranjeros.
Un nuevo capítulo para la élite empresarial antioqueña
Para empezar, quisiera reconocer que, como la mayor parte de medios colombianos han identificado, la adquisición de la mayoría de la propiedad del Grupo Nutresa es un traumatismo profundo para el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). El GEA ha sido uno de los grupos empresariales más estables de la última mitad de siglo en Colombia y su existencia misma se basa en la propiedad cruzada entre Grupo Nutresa, Grupo Sura, y Grupo Argos.
Habiendo dicho esto, es importante reconocer que el GEA, en un sentido más amplio, es la representación de la élite empresarial tradicional de Antioquia. No se trata entonces de una persona o una familia, es un amplio entramado de muchas familias con lazos extensos que datan de mediados del siglo XIX. Estos lazos incluyen matrimonios, amistades, lealtades políticas y, por supuesto, vínculos empresariales. Entonces, la compra de Nutresa es solo la destrucción de uno de esos lazos; uno importante, pero solo uno de ellos.
En ese sentido, creo que son exageradas las interpretaciones de que este negocio representaría el fin del GEA. Este grupo no desaparecerá mientras la alta densidad de conexiones sociales entre la élite antioqueña subsista. Lo que sí representará este negocio es una reconfiguración profundísima de la organización empresarial de la élite antioqueña. Algo que no ha sucedido en varias décadas.
Para ser más precisos, perder el control de Nutresa impactará la gobernanza corporativa del resto de empresas del GEA. Esto quiere decir que la coordinación tácita que ha existido por años entre empresas del Grupo como Bancolombia, Cementos Argos, o Celsia estará en riesgo. Esta coordinación ha permitido explorar sinergias difíciles de lograr si estas fueran organizaciones completamente independientes. Ejemplo de esto ha sido la expansión del GEA en proyectos de generación de energía de gran escala, que requieren una extensa variedad de recursos y experticias que ninguna de estas empresas posee autónomamente.
El aprovechamiento de estas complementariedades entre las empresas de la región ha sido fundamental en el pasado. Parte de lo que mi investigación encuentra es que el surgimiento de la industria en Antioquia, a comienzos del siglo XX, estuvo profundamente asociado a la capacidad de algunos empresarios para conectar los diferentes recursos de la economía tradicional (del sector minero, agrícola, ganadero, etc.) y canalizarlos en negocios dentro del sector moderno (textiles, químicos, alimentos, etc.). Así, el modelo de desarrollo mismo de Antioquia está basado, de cierta forma, en la cohesión de la élite y su capacidad para controlar y conectar los diferentes sectores de la economía regional. Por tanto, perder esa capacidad de coordinación sectorial tendrá impactos en el alcance de las operaciones del GEA y, muy seguramente, también en el dinamismo de la economía regional.
Ahora bien, nótese que incluso si el GEA lograra reconfigurarse de forma tal que mantuviera el completo control de todas sus subsidiarias fuera de Nutresa, la desinversión en el sector de alimentos representará un profundo cambio en el perfil del Grupo y en su capacidad para coordinar recursos diversos. Aún más, representará la perdida de una posición estratégica para abrirse espacio en lo que posiblemente sea la economía moderna de las décadas venideras. Y aquí es donde entra la segunda razón de por qué la compra de Nutresa es un evento de la mayor importancia.
El pitazo inicial de la competencia por alimentos
Pocos se han sentado a pensar por qué el pilar del GEA que se quiere comprar es Nutresa y no Sura o Argos. Para el mercado local de capitales, Nutresa ha sido por años la pieza aburrida del GEA. En un día cualquiera, Nutresa es la acción del Grupo que menos transacciones reporta en la Bolsa de Valores de Colombia. Las comisionistas de bolsa locales suelen describirla como “un activo estable y maduro”, con lo que quieren decir que tiene poco potencial de crecimiento. Básicamente, el tipo de acción que se le recomienda a la gente que está dispuesta a sacrificar valorización por tener acceso a un flujo sostenido de ingresos vía dividendos.
Yo creo que esta es una interpretación bastante pobre del verdadero valor de la compañía. Y la oferta de compra es en sí misma una muestra de ello. El núcleo del negocio de Nutresa tiene un potencial gigante hacia el futuro. Me refiero a su posición central en la cadena de valor de la producción de alimentos. Nutresa tiene toda una serie de negocios integrados verticalmente, distribuidos en diferentes latitudes, que le permiten la provisión permanente de una amplia variedad de alimentos, desde carnes hasta helados. Esto quiere decir que Nutresa puede producir, transformar, y distribuir alimentos durante todo el año. Piense en lo importante que esto es en un contexto de cambio climático y reconfiguración de las redes globales de producción. Controlar una compañía que puede abastecer buena parte del mercado de las Américas (y, potencialmente, cualquier otro mercado) siendo robusta a estaciones y choques climáticos.
Contrario a lo que la mayoría de los políticos y comentaristas de opinión piensan en Colombia, el verdadero potencial del país no está en el sector de la alta tecnología, está en los alimentos y otros productos y servicios intensivos en recursos naturales. Puntualmente, la población y el ingreso per cápita mundial seguirán creciendo por décadas y con ellos las expectativas en cuanto a la cantidad, variedad y calidad de la demanda de alimentos. Mientras tanto, las presiones ambientales y las tensiones políticas harán cada vez menos confiables las cadenas globales de producción de alimentos. Por tanto, el control de la producción y distribución de alimentos representará una oportunidad de negocio extraordinaria y una ventaja geopolítica gigantesca. Esto ya es claro en las agendas de política de las potencias mundiales y de países con pocos recursos naturales que deben importar la mayor parte de sus alimentos, como los países del Golfo. Países como Colombia, donde todas esas ventajas latentes yacen en abundancia, deberían empezar a reconocerlo también.
Esto hace parte de un patrón recurrente en la historia económica global. En la medida en la que ciertos recursos se vuelven fundamentales para el aparato productivo del mundo, los grandes capitales dirigen su atención para controlar los activos que permiten acceder a estos recursos, estén en el lugar donde estén. Así, tal como a mediados del siglo XX se hizo esencial el control de activos alrededor de la extracción, transformación, y distribución de petróleo, en el futuro cercano este será el caso con los alimentos.
La oferta de compra de Nutresa es el campanazo inicial para Colombia. Si las élites locales no logran valorar apropiadamente esos activos, los foráneos lo harán. Y aunque la participación de la familia Gilinski ha hecho pensar a la opinión pública que esta es una querella local, definitivamente no lo es. De nuevo, este es el primero de lo que serán muchos otros esfuerzos de capitales de diferentes orígenes para controlar estos activos “estables y maduros” aun en propiedad mayoritaria de las élites colombianas.
Las oportunidades que surgen
Los problemas, con frecuencia, traen consigo oportunidades. En este caso, el GEA enfrenta dos escenarios. Por un lado, si logra frustrar la compra, podrá beneficiarse de la liberación de valor que vendrá con la oferta. La señal de que Nutresa no es la empresa madura con poco potencial de crecimiento que el mercado local creía debería ser clara ya. Esto, además, podría darle el aire suficiente para enfrentar un contexto crecientemente agreste a nivel local, donde nuevas élites políticas están enfrentándosele abiertamente.
Este escenario, no obstante, es condicional a que el costo a pagar por frustrar la compra no sea muy alto. De serlo, producto, por ejemplo, de una contraoferta financiada incorrectamente, no sería más que una victoria pírrica que sí podría comprometer la viabilidad de largo plazo del GEA.
De otro lado, la venta exitosa de Nutresa, a pesar sus riesgos, le dará al GEA recursos para profundizar sus inversiones en sectores que por años ha visto como estratégicos; la energía, las fintech, y la salud específicamente. De forma similar, le permitirá consolidar sus esfuerzos de internacionalización, los cuales han sido relativamente modestos desde la adquisición de los activos de ING en Latinoamérica por parte de Sura hace más de una década.
Volviendo a pensar en la historia, esta no sería la primera vez que la élite antioqueña pierde el control de activos en sectores claves. En retrospectiva, las desinversiones de la segunda parte de siglo XX en los sectores de textiles y bebidas gaseosas han sido más que nada provechosas. Y aunque en su momento parecían ser golpes letales a la autonomía de la élite local, lo que terminaron fue abriendo espacio para la especialización en otros sectores con alto potencial de crecimiento. Entonces, es posible que la venta de Nutresa sea un evento que permita al GEA refocalizarse y poner en orden su casa.
De todas formas, la venta de Nutresa traerá repercusiones profundas. Estas se extenderán por años e impactarán no solo a las élites empresariales, también definirá el sendero hacia donde el modelo de desarrollo de la región y el país se dirige
*Javier Mejía es Asociado Postdoctoral en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford y columnista de la revista Forbes. Autor de artículos académicos y libros sobre la historia empresarial antioqueña, incluyendo el Diccionario biográfico y genealógico de la élite antioqueña.