Los “bailarines de la muerte” desafían al dolor en Perú
▲ Cargadores Fúnebres de Huacho despiden con alegría y chorros de cerveza a Marcelino Jamanca.Foto Afp
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Periódico La Jornada
Viernes 10 de mayo de 2024, p. 4
Huacho. Cargan la muerte sobre los hombros mientras bailan al compás de la música de una banda de pueblo. Camino al cementerio, cuatro hombres realizan coreografías con un féretro en una práctica fúnebre que echó raíces en el norte de Perú.
Los llamados bailarines de la muerte
evocan a los dancing pallbearers, los famosos ghaneses que portan ataúdes y danzan al mismo tiempo, cuya imagen se volvió viral en pandemia.
No es un trabajo que tiene una mensualidad, sino un trabajo eventual, pero cada vez que nos reunimos tratamos de dar lo mejor. Ya se ha hecho una tradición en todo el norte chico
, señala a Álex Canales, director de la compañía de Cargadores Fúnebres de Huacho, a 148 kilómetros de Lima.
Algunas empresas fúnebres comenzaron a ofrecer este servicio hace ocho años, aprovechando que en varias partes rurales de Perú el adiós a los muertos suele ser más festivo que solemne, explica Canales, uno de los pioneros del negocio.
La práctica se fue extendiendo de Huacho, de 171 mil habitantes, a otras ciudades como Huaral, Barranca y Huarmey.
Los cargadores de Huacho efectúan hasta 20 servicios al mes, a un costo de mil 780 pesos por pedido, explica su director.
A principios de mayo, el agricultor Marcelino Jamanca murió de cáncer a los 72 años.
Cuatro cargadores con camisas blancas, pantalón y corbata gris sacaron el ataúd de la vivienda donde fue velado y lo pasearon en hombros por las calles y plaza de Humaya, sector de Huacho, al ritmo de danzas como el huayno, la marinera y la cumbia que tocaban una banda de pueblo.
Otros dos hombres hicieron los relevos. Nos duele su partida, pero hay que recordarlo alegre; fue lo que más le gustó, la música
, señaló Grace Florentine, nieta del fallecido.
El servicio duró casi hora y media, entre las pausas por las honras fúnebres y el cambio de ritmo.
Los cargadores son estudiantes, trabajadores de fábrica o mototaxistas que ensayan en sus ratos libres. Sobre los hombros pueden llevar hasta 130 kilos. Algunos se han lesionado durante una procesión.
Es una labor fuerte, porque hay algunos (difuntos) que son pesaditos, pero tenemos que darle (al baile) con ganas
, indica Alexis Marengo, cargador de 35 años.
Marcelino Jamanca fue despedido con chorros de cerveza sobre su féretro. Ahora el último adiós es con alegría
, comenta el bailarín Jack Minaya, de 25 años, en una de las cortas pausas del singular rito.