Sin las ingenieras no hay camino del progreso
— “¿Quién quiere estudiar ingeniería?” —pregunta Silvia Alayón, investigadora del área de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad de La Laguna, cuando imparte alguna charla dirigida al alumnado de un instituto.
“De una sala conformada por 100 personas, tan solo levantan la mano 10 jóvenes: ocho son hombres y las otras dos son mujeres”, cuenta. La tecnología y la ingeniería no atraen al talento femenino en España, lo que provoca una acusada brecha de género en estos estudios y luego en el ámbito investigador y profesional. La brecha es del 13% de mujeres matriculadas frente al 87% de hombres en estudios relacionados con la tecnología, y del 29% y 71%, respectivamente, en la ingeniería, según un estudio del Observatorio Social de la Fundación la Caixa.
Otro informe, Científicas en cifras 2023, publicado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, indica que las mujeres en el área de ingeniería y arquitectura solo representan el 26,5% del total. Las ingenierías peor paradas son aquellas relacionadas con la robótica, la electrónica y la informática. En cambio, carreras como la ingeniería biomédica o química presentan una proporción similar de hombres y mujeres.
A la física Marie Curie se le atribuye la célebre frase: “El camino del progreso no es rápido ni fácil”. Sin embargo, sin ellas, las ingenieras, no hay camino del progreso posible. Por eso, el 23 de junio se celebra el Día Internacional de la Mujer en la Ingeniería, coincidiendo con el aniversario de la fundación de la sociedad académica y profesional del Reino Unido, Women’s Engineering Society, que desde 1919 busca apoyar a las mujeres en la ingeniería en cada etapa de su carrera y ayudar a que la industria de la ingeniería sea inclusiva.
Talento femenino
“En mis aulas sigo viendo lo mismo e incluso he llegado a la conclusión de que estamos empeorando”, afirma Jezabel Molina, investigadora del área de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidad de La Laguna y secretaria del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres. Existen diversos estudios que demuestran que la palabra ingeniería ya provoca rechazo en las mujeres, quienes la asocian con estudios para hombres.
El problema reside, fundamentalmente, en la sociedad y en las primeras etapas educativas. Noelia Cruz, investigadora del área de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de La Laguna, explica que la mujer nace con un sexo y, en base a eso, se le asigna y educa en torno a un género que influye en su forma de pensar y actuar. Por este motivo, la socialización de género orienta a que, desde pequeñas, se establezcan estereotipos como que a ellas no les gusten las matemáticas o que ellas escojan estudios relacionados con las ciencias sociales y jurídicas, como derecho o educación, o con el cuidado, como medicina o enfermería.
La socialización de género también hace que las mujeres no consideren la ingeniería una opción porque no se ajusta a la idea de formar una familia al requerir mucho tiempo de trabajo y porque implica poder. “Elemento que se ha arrebatado de forma sistemática a las mujeres”, afirma Cruz. Los mejores sueldos están en ingeniería, según Molina. Algunos oficios relacionados con la ingeniería aeronáutica, náutica, organización industrial, software o informática cuentan con muy buenas nóminas, según un estudio realizado por la Fundación Conocimiento y Desarrollo. Asimismo, las carreras con mayores tasas de empleo se encuentran en aquellas relacionadas con informática (96,3%) e ingeniería, industria y construcción (92%), según una encuesta de inserción laboral de titulados universitarios del Instituto Nacional de Estadística (INE).
En cuanto a la educación temprana, Molina señala que las mujeres y los hombres tienen una forma diferente de resolver los problemas matemáticos, lo que puede mermar el autoconcepto y la autoestima de las niñas hacia las matemáticas cuando el profesorado resuelve los ejercicios de forma distinta a la de ellas. Es un aspecto que le gustaría investigar en profundidad tras detectarlo en una de sus sesiones de aula del grado. Molina planteó un problema de programación y lo resolvió a su manera. Después se lo propuso a su alumnado: “Me sorprendió que casi las pocas mujeres que eran resolvían el problema de la misma manera que yo lo había hecho, mientras que los hombres lo hicieron de otra forma”, cuenta.
Laura Díaz, investigadora del área de Ingeniería Química de la Universidad de La Laguna, por su parte, señala que hoy en día el estudiantado emplea mucho el aprendizaje memorístico y poco el lógico. Por eso cree que posiblemente muchas niñas y jóvenes se decantan por estudios donde no tengan que estudiar matemáticas porque se les atraviesa en la etapa escolar.
Rendimiento académico
Hay poca representación femenina en la tecnología y la ingeniería. Sin embargo, presentan un mejor rendimiento académico que los hombres en el ámbito STEM (de sus siglas en inglés, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y obtienen notas similares a las de los hombres en esta área, según el estudio del Observatorio Social de la Fundación la Caixa. Peña Fabiani, investigadora del área de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de La Laguna, afirma que tiene alumnos y alumnas brillantes. Díaz cree que las mujeres se esfuerzan más, y Alayón indica que las pocas mujeres que acceden a estudiar ingeniería son excelentes porque están muy motivadas.
Cruz, por su parte, hace referencia a la socialización de género: “Las mujeres estamos buscando constantemente aprobación”. Y añade: “Nosotras no somos más responsables ni más listas de fábrica”. Afirma que las mujeres que estudian ingeniería deben demostrar que son muy buenas, porque de lo contrario sus compañeros pueden decir que no se enteran de nada.
“Las mujeres que acceden a ingeniería cargan con la mochila de ser fuera de serie porque son las mejores en matemáticas”, afirma Molina. Una mochila que viene cargada de exigencias sociales y que ellas se autoimponen. La profesora de ingeniería informática cuenta que en las sesiones de tutoría percibe que ellas se exigen mucho más que los hombres. “Cuando un alumno hace algo mal, aprende, resuelve y continúa, mientras que una alumna directamente piensa que no sirve”, expresa. En este sentido, la investigadora remarca que las mujeres que estudian ingeniería no tienen que ser las más inteligentes, ya que hay alumnos de ingeniería que son brillantes y otros que están en la media.
Profesorado de Primaria y Secundaria
En todo esto, ¿qué papel juega el profesorado de Primaria y Secundaria del área STEM? Fabiani y Molina coinciden en que el profesorado puede influir en un interés genuino por este ámbito e incluso puede determinar la elección de estudiar una ingeniería. “He tenido alumnado que decidió estudiar ingeniería porque en sus institutos vivieron experiencias enriquecedoras, como talleres de robótica”, manifiesta Fabiani. Alayón y Cruz creen que es muy positivo tener buenos profesores del ámbito STEM, pero piensan que no es un elemento determinante para que ellas no rechacen asignaturas como matemáticas.
Molina añade que desde la educación temprana se debe motivar el gusto por el ámbito STEM, porque desde primaria las niñas se perciben como peores en matemáticas debido a los estereotipos de género y a que el ser humano es un animal social. Por eso, muchas mujeres optan por estudiar asignaturas y carreras relacionadas con el cuidado y la educación porque es el camino que siguen sus compañeras.
De hecho, Cruz destaca la brecha de género que ya existe entre el bachillerato tecnológico y las otras modalidades. En su grupo había cuatro mujeres adolescentes y el resto eran hombres. Confiesa que, en ocasiones, era un entorno un poco hostil: “Se daban gritos en los cambios de hora, se quemaban pelos o incluso entorpecían el desarrollo de las sesiones de aula”. La investigadora asegura que hay muchas mujeres adolescentes que no eligen estudiar ingeniería porque el camino no es sencillo y eso implica no continuar en clase con sus amigas. Aunque este aspecto pueda parecer naif, durante la adolescencia cobra una gran relevancia.
Fomento vocaciones STEM
Existen diversas iniciativas que buscan fomentar las vocaciones científicas y tecnológicas, especialmente entre las niñas y las mujeres jóvenes. La Universidad de La Laguna, a través de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación, Cienci@ULL, cuenta con el proyecto educativo, Chicas con Cienci@ULL, y su serie audiovisual, Todas con Cienci@ULL, que persiguen precisamente ese objetivo. Fabiani, Díaz, Molina, Alayón y Cruz son protagonistas de algunos de los capítulos de esta serie.
Fabiani, Alayón y Molina destacan la visibilidad de la mujer en la ciencia, ya que esto permite que las niñas y mujeres jóvenes encuentren referentes y se den cuenta de que pueden hacer estudios del ámbito STEM y dedicarse a ello. “Estas iniciativas ayudan mucho a bajar el listón y a que las niñas y mujeres jóvenes no sientan presión”, expresa Molina.
Cruz, desde su perspectiva, afirma que es un recurso que hubiera agradecido tener en su etapa escolar: “Me hubiese encantado poder ver a una matemática o física decir que le va genial y que le encantó escoger ese camino”. Díaz cuenta que conoce a docentes que utilizan los vídeos de Todas con Cienci@ULL en sus clases y remarca: “Hay que seguir haciéndolo”.
Todas las investigadoras señalan que este tipo de iniciativas es el mejor camino para romper la brecha de género en la ingeniería y la tecnología. Sin embargo, Molina menciona que en una reunión de ingenieras informáticas a nivel estatal del proyecto Women@INF, se percataron de que el resultado en las aulas de ingeniería informática es nefasto. No saben si el problema puede deberse a que las distintas iniciativas están dispersas y, de esta forma, no surten el efecto deseado.
Investigación
“Por casualidad”, “El descarte”, “Por probar”, “Yo no sabía qué hacer” o “Tenía dudas” son algunas de las respuestas de las investigadoras de la Universidad de La Laguna al contar el motivo por el que eligieron una carrera de ingeniería o científica. Fabiani se matriculó en Física y, cuando empezó los estudios, le encantó. Cruz decidió estudiar el bachillerato tecnológico porque sabía que esa modalidad le podría llevar a estudiar ingeniería, y terminó formándose en Ingeniería de Edificación, Civil y Agrícola. A Díaz le gustaba la ciencia, pero no sabía qué carrera estudiar. “Miré el primer curso de las diferentes titulaciones de ciencias cuando acudí a las jornadas de puertas abiertas de la universidad y me gustó Ingeniería Química”, cuenta.
Molina, por su parte, ni siquiera tenía la ingeniería en mente antes de acceder a la universidad. De hecho, fue un profesor de un instituto grancanario de Santa María de Guía, donde ella estudiaba, quien le dijo: “Jezabel, conociéndote, tienes que estudiar como mínimo una ingeniería”. Así, Molina acabó estudiando Ingeniería Técnica en Informática de Gestión. Alayón señala que cambió de oficio hasta en tres ocasiones. Empezó con Física, pero le pareció demasiado teórica. Posteriormente, estudió Ingeniería Electrónica y le encantó porque era más aplicada. Luego, como profesora e investigadora, comenzó a estudiar con el médico especializado en anatomía patológica Lucio Díaz-Flores y se dio cuenta de que necesitaban programas informáticos para ayudar al diagnóstico médico. Así hizo el doctorado en Informática y desde entonces se dedica a la Ingeniería Biomédica.
Al mundo de la investigación también accedieron sin tenerlo muy claro. Fabiani, tras terminar la carrera, solicitó varias becas y le concedieron una del Instituto de Astrofísica de Canarias. Cruz presentó la solicitud para un contrato vinculado a un proyecto de investigación del grupo INGENIA. Ingeniería Geológica, Innovación y Aguas y ha seguido en ese camino porque el investigador responsable del grupo, Juan Carlos Santamarta, continúa obteniendo proyectos. A Díaz le propusieron pedir una beca de colaboración para elaborar su proyecto de fin de carrera, y tras finalizarlo, le ofrecieron continuar con la tesis. Molina tuvo su primer contacto con la investigación gracias a su trabajo de fin de carrera sobre redes móviles, el cual finalmente presentó en un congreso celebrado en Salamanca.
Campo masculinizado
En un campo mayoritariamente masculino, Fabiani señala que en el ámbito investigador nunca ha sentido discriminación de género. Recuerda que, durante su etapa postdoctoral, viajó a un centro de investigación en Alemania, donde había menos mujeres que en Canarias. El director de aquel centro le dijo: “En España hay muchas mujeres trabajando en astrofísica”. Este comentario le sorprendió porque, en ese momento, no se había fijado en si eran muchas o pocas mujeres en astrofísica.
Díaz, por su parte, afirma que nunca se ha sentido discriminada durante su etapa investigadora. De hecho, pertenece al grupo de investigación de Catálisis heterogénea, que estuvo liderado por la investigadora Andrea Brito. Además, Alayón asegura que jamás ha sentido discriminación en la universidad, y Cruz indica que tampoco la ha sufrido, ya que la investigación se realiza de forma independiente.
No obstante, Alayón es consciente de que no todas las mujeres han vivido la misma experiencia, y Cruz afirma que la discriminación de género y violencias machistas, como el acoso sexual, pueden estar presentes en cualquier ámbito. Un ejemplo de esto se ha publicado en los medios de comunicación: el caso de Carmen Fernández, camarera de uno de los buques adscritos al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien acudió en 2019 a la Policía para acusar a un compañero de la tripulación de acoso sexual y que supuestamente se arrojó al mar en septiembre de 2023. Este caso podría destapar la inacción de la institución ante las denuncias por acoso sexual.
Molina, gracias a su acceso al Instituto Universitario de Estudio de las Mujeres, se dio cuenta de que el hecho de ser mujer influye. En un entorno académico dominado por hombres, en ocasiones se ha sentido incómoda con determinadas bromas o fuera de lugar en ciertas conversaciones con sus compañeros. Molina asegura que, como mujer, es más complicado acceder a proyectos de investigación u otras oportunidades cuando no se tienen conversaciones informales que permitan establecer redes de amistad.
Por otro lado, las mujeres pueden ver mermadas sus carreras cuando deciden ser madres. Cruz señala que la gran mayoría de las mujeres que están plenamente incorporadas al mercado laboral y deciden tener hijos solicitan una reducción de la jornada para hacerse cargo de ellos. Como consecuencia, las mujeres pueden ver ralentizadas o incluso anuladas sus posibilidades de promoción.
“El hecho de ser madre me ha afectado, porque esto es una carrera de fondo”, afirma Molina. Mientras que un hombre que decide ser padre puede seguir avanzando en su carrera, una mujer avanza más despacio por el mismo motivo. “No significa que me arrepienta de haber sido madre, pero esta decisión me ha afectado más a mí que a mi compañero”, cuenta. Además, Molina ha escuchado frases muy duras como:
—“Acéptalo. Tú sabes que esto es así”.
“He tenido que perdonarme porque he visto que estoy a medias con el trabajo y la familia”, cuenta Molina. La investigadora ha superado esta circunstancia quitándose las culpas y continuando con su trabajo: “Llega un punto en el que podemos decidir abandonar y dedicarnos a la familia, pero no”, manifiesta. En este sentido, Fabiani asegura que cuando trabajaba en los observatorios de sol a sol, se sentía culpable porque no le dedicaba suficiente tiempo a su hijo. La investigadora afirma que las mujeres pueden enfrentar más trabas mentales a nivel personal y familiar. Afortunadamente, Fabiani ha contado con el apoyo de su marido, quien renunció a su carrera en la astrofísica para que ella pudiera marcharse al extranjero y continuar con la investigación.
En el jerárquico mundo de la construcción, completamente masculinizado y conformado por personas con realidades diferentes, Cruz ha ejercido como aparejadora y asegura que al resto de los trabajadores les cuesta aceptar que una mujer sea una figura de autoridad. Confiesa que sufrió acoso verbal que un hombre jamás hubiera recibido. “Afortunadamente, por mi carácter, me plantaba sobre la marcha”, expresa. Cruz también trabajó en el área de mantenimiento de un hotel, donde tenía a su cargo a un grupo de hombres que la retaban. Asevera que tuvo que pasar un tiempo hasta que la respetaran: “Mientras a un hombre lo respetan inmediatamente, una mujer tiene que ganárselo”.
Esta realidad preocupa a las alumnas que estudian ingeniería. Alayón, como coordinadora de las prácticas externas del grado en Ingeniería Electrónica, organiza charlas dirigidas al alumnado donde intervienen el decano del Colegio de Ingenieros Industriales y otros profesionales. En algunas ocasiones, mientras interviene alguna ingeniera que está inmersa en el mundo profesional, alguna alumna plantea la siguiente pregunta:
—“¿Qué haces cuando vas a una obra?”
A lo que responde el decano:
—“Ahora se respeta más a las ingenieras.”
De todas formas, Alayón aclara que la ingeniería industrial no solo consiste en lidiar con obreros, sino que existen otras vías profesionales.
Toma de decisiones
“La ingeniería diseña nuestro modo de vida”, afirma Cruz. La alarma que suena cada mañana o las cremas de la industria cosmética química son ejemplos de ingeniería. Por eso, es importante que las mujeres estén presentes en la toma de decisiones, ya que, de lo contrario, no se tendría en cuenta el punto de vista de la mitad de la población mundial.
Díaz expresa que las mentes de los hombres y las mujeres deben complementarse, y Fabiani señala que las mujeres tienen una forma distinta de enfocar los problemas. Así, la investigadora destaca la importancia de la interdisciplinariedad en los grupos de investigación y trabajo, un aspecto que también resalta Molina, quien añade que esto no solo es una cuestión de género, sino también de diferencias sociales, inquietudes, etc.
La ingeniería es pura creatividad. Busca soluciones a problemas cotidianos. Para que un grupo creativo funcione, debe haber interdisciplinariedad. Sin embargo, la prevalencia de hombres en los equipos que desarrollan la IA provoca sesgos de género en productos como los asistentes virtuales, por ejemplo, Alexa.
—“Alexa, quiero suicidarme”.
Alexa proporciona un número de teléfono.
—“Alexa, me han violado”.
Alexa no tiene ninguna respuesta.
Molina cuenta que el asistente virtual de Amazon proporcionaba esa respuesta cuando se le pedía ayuda tras una violación, pero añade que es posible que se haya corregido. Alayón señala que, si los datos con los que se entrena la IA no representan adecuadamente todo el problema, la herramienta no será objetiva. Por eso es necesario que las mujeres estén presentes en la toma de decisiones, no solo para que tengan mayor poder adquisitivo, sino también para que la tecnología y la ingeniería reflejen sus necesidades.
(Este reportaje es una iniciativa enmarcada en el Calendario de Conmemoraciones InvestigaULL, proyecto de divulgación científica promovido por la Universidad de La Laguna)
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)