4 formas en las que Reino Unido cambió con el Brexit (el tema del que no se ha hablado en la campaña electoral)
Tras más de 8 años de acaparar el debate político, Reino Unido ha pasado la controvertida página del Brexit.
Solo el 13% de los británicos considera que el Brexit sea una de sus mayores preocupaciones en estas elecciones, las primeras legislativas desde que Reino Unido abandonara la Unión Europea.
El divorcio ya se consumó y, para bien o para mal -según a quién se pregunte-, muchas cosas han cambiado en el país desde que decidiera romper amarras con sus vecinos continentales.
Pero, ¿cómo ha cambiado el Brexit a Reino Unido?
“El Brexit ha tenido multitud de impactos. Ha cambiado nuestra economía. Ha cambiado nuestra política. Ha cambiado nuestro sistema constitucional. Ha cambiado Reino Unido en muchas maneras”, explica a BBC Mundo Anand Menon, director del laboratorio de ideas académico “UK in a Changing Europe”, que tiene su sede en el King’s College de Londres.
Aunque el Brexit haya dejado de ser un asunto central en el país y los diferentes partidos apenas lo hayan mencionado en la campaña electoral, quien salga vencedor el próximo 4 de julio deberá hacer frente a sus consecuencias y para más de la mitad de los votantes los aspectos negativos del Brexit han superado sus beneficios, según un sondeo de YouGov.
BBC Mundo ha hablado con distintos expertos que han analizado aquellos ámbitos en los que el país se ha metamorfoseado como consecuencia de la ruptura con los llamados Veintisiete.
Economía
La economía, coinciden los analistas y las cifras, es el ámbito en el que más se han apreciado los efectos del Brexit, con un impacto claramente negativo con independencia de la posición que se tenga ante la cuestión.
Las cifras hablan por sí solas: según la Oficina para Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por sus siglas en inglés), que pertenece al ministerio de Finanzas pero que es independiente, debido al Brexit la productividad de la economía británica será a largo plazo un 4% menor que si hubiera permanecido en la Unión Europea.
El divorcio se materializó el 1 de enero de 2021 tras un año de transición, en plena pandemia del covid, que afectó a las economías de todo el mundo. Un año después, Rusia invadía Ucrania iniciando una guerra y desatando una crisis energética que terminaría por sacudir las finanzas mundiales.
En medio de estas turbulencias globales (el Producto Interior Bruto británico cayó un 10,4% en 2020, por ejemplo) a muchos les resultó difícil distinguir qué parte del batacazo se podía atribuir al Brexit.
“Economías avanzadas” incluye: Andorra, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Croacia, Chipre, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hong Kong, Islandia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, República de Corea, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Macao, Malta, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Puerto Rico, San Marino, Singapur, República Eslovaca, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Taiwán, Reino Unido, Estados Unidos.
Pero la pandemia pasó y, aunque la guerra de Ucrania aún continúa, sus efectos sobre la economía mundial se han mitigado, por lo que las consecuencias del Brexit son mucho más claras.
El Brexit, “supone un golpe para la economía británica del orden de magnitud de otros que hemos visto por la pandemia o por la crisis energética”, valoró el presidente de la OBR, Richard Hughes, en una entrevista con la periodista de la BBC Laura Kuensberg.
El economía, coincide la politóloga Amelia Hadfield, “ha recibido un golpe tremendo”. La magnitud del mazazo depende del informe que se consulte, pero “hay una innegable disminución del peso global y la capacidad de aguante de la economía británica”, analiza para BBC Mundo la jefa del departamento de Política de la Universidad de Surrey.
Esto se debe, en gran medida, a la salida de Reino Unido del mercado común, que ha sido reemplazado, tras años de agotadoras conversaciones, por el “Acuerdo de Comercio y Cooperación entre la UE y el Reino Unido”.
Dentro de la Unión Europea, Reino Unido podía comerciar libremente con sus 27 miembros. Pero los partidarios del Brexit argumentaron que, aunque efectivamente el comercio con la UE se resentiría, al cortar los vínculos con Bruselas Reino Unido sería libre de firmar nuevos acuerdos comerciales con otros países que compensarían estas pérdidas.
Esto, por el momento, no ha sucedido.
Reino Unido ha firmado acuerdos con Australia y Nueva Zelanda, países que se encuentran tan lejos que la distancia encarece los costes de transporte. Las alianzas que tiene en proceso de negociación con Estados Unidos y la India, que podrían tener un mayor impacto, se encuentran estancadas.
Para la OBR, los nuevos acuerdos con países no miembros de la UE “no tendrán un impacto material, y cualquier efecto será gradual”, según su último análisis, publicado el pasado mes de mayo. Esto se debe a que son el mismo tipo de acuerdos de los que ya se beneficiaban siendo miembros de la UE, o que tendrán un efecto casi imperceptible.
El Brexit puede que no sea uno de los temas de la agenda de estas elecciones, pero sí que lo es hacer crecer la economía británica. Y los laboristas (que las encuestas dan como vencedores de los comicios) “van a tener que gastar mucho dinero y pulsar un botón post-Brexit para reiniciar la economía”, prevé Hadfield.
Migración
“Get Brexit Done” (culminemos el Brexit), “Brexit Means Brexit” (el Brexit significa Brexit), “Take Back Control” (recuperar el control)… La campaña y los años posteriores al referéndum que reconfiguró las relaciones entre Reino Unido y la Unión Europea estuvieron plagados de eslóganes de tres palabras que prometían retomar las riendas de un país que, según sus partidarios, vivía bajo el yugo de Bruselas.
Poder controlar la inmigración fue uno de los grandes alicientes por los que muchos votaron a favor del Brexit.
El divorcio, efectivamente, “ha otorgado al gobierno británico la libertad de definir sus propias políticas en áreas como la inmigración, lo que ha supuesto una gran diferencia”, destaca Anand Menon.
Pero, aunque Reino Unido ha “recuperado el control” para decidir quién entra y quién se queda fuera de sus fronteras, “no ha funcionado de la forma en la que probablemente el gobierno, por no hablar de los que votaron para salir de la UE, habían anticipado”, apunta John Curtice, investigador del National Centre for Social Research.
“Los votantes claramente pensaban que al dejar la Unión Europea habría menos inmigración”, añade Curtice, que es profesor de Políticas en la Universidad de Strathclyde y uno de los mayores expertos en comportamiento electoral de Reino Unido.
Lo que ha sucedido es todo lo contrario.
Desde el referéndum del Brexit en 2016 y la victoria de los conservadores en 2019, Reino Unido ha experimentado el mayor aumento de población desde la década de 1960.
En 2022 hubo un récord de migración neta (la diferencia entre los que llegaron y los que se marcharon) con 764.000 personas más, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, por sus siglas en inglés). La cifra descendió un poco en 2023, pero siguió siendo muy elevada: 685.000 migrantes más.
Los flujos migratorios desde la Unión Europea se han desplomado, pero muchas más personas han llegado desde otros países, especialmente la India.
Curtice reconoce que una parte tiene que ver con la guerra de Ucrania, a cuyos refugiados el gobierno británico abrió las puertas de par en par, con el nuevo visado para ciudadanos de Hong Kong (que fue colonia británica), y con la migración que la pandemia retrasó.
“Pero cuando el gobierno británico igualó las reglas de inmigración para los ciudadanos de la UE y de fuera de la UE, liberalizó las normas para estos últimos. Por eso la inmigración procedente de la Unión Europea ha disminuido y la procedente de fuera de la Unión Europea ha aumentado notablemente, que probablemente no es lo que los votantes tenían en mente”, apunta el experto en elecciones.
Y eso es solo la migración regular.
El gobierno conservador lleva años utilizando otro eslogan de tres palabras “Stop The Boats” (frenar las pateras) para poner las llegadas de migrantes en pequeñas embarcaciones por el canal de la Mancha en el punto de mira de la opinión pública.
Su polémico plan para deportar a Ruanda a migrantes indocumentados (adonde por las dificultades para sacar adelante la ley no han logrado aún enviar a ninguno) será anulado por un gobierno laborista si logra, como apuntan todas las encuestas, hacerse con la victoria en estas elecciones.
¿Tiene esto alguna relación con el Brexit? En parte, sí, como reconocía recientemente David Cameron, ahora ministro de Exteriores, pero que lideraba el gobierno que organizó el referéndum de salida de la UE.
Aunque Cameron no mencionó la palabra maldita, sí que afirmó que, “en la situación en la que ahora nos encontramos” ya no es posible devolver automáticamente a los migrantes que llegan en patera a Francia, de cuyas costas salen.
Antes del Brexit, una ley de la UE (el Convenio de Dublín) permitía a Reino Unido y al resto de miembros devolver a los migrantes a países seguros de la UE donde deberían haber solicitado asilo (el asilo debe pedirse en el primer país seguro que se pisa).
Al no formar parte de la UE ese acuerdo ya no es válido para Reino Unido, que no ha renegociado un nuevo convenio con el bloque.
Panorama político
El Brexit también ha puesto patas arriba el tablero político británico.
La clásica división en la que los votantes acomodados de clase media se inclinaban hacia los conservadores y la clase trabajadora hacia los laboristas saltó por los aires con el Brexit.
“Ha habido una remodelación fundamental de nuestro sistema de partidos”, señala Anand Menon, quien apunta que ahora el Partido Conservador está mayoritariamente apoyado por los partidarios del Brexit y el Laborista por los que querían permanecer en la UE, “y eso ha tenido un impacto real en nuestra geografía política”.
Pero el voto que apoyó el Brexit ahora se encuentra dividido.
Boris Johnson logró una enorme mayoría parlamentaria en 2019 gracias a lo que en Reino Unido denominan una “coalición de votantes”, que aunó a los electores tradicionales conservadores con votantes de clase trabajadora pero partidarios del Brexit.
“Esa coalición se ha derrumbado por completo”, analiza John Curtice, quien señala que más de la mitad de las personas que siguen apoyando el Brexit y que votaron a los Conservadores en 2019 han desertado al partido de ultraderecha Reform UK, del populista Nigel Farage.
Desde el referéndum en 2016, el hasta entonces estable y previsible Reino Unido ha tenido 5 primeros ministros (David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Lizz Truss y Rishi Sunak), todos del mismo partido conservador.
La formación se vio desgarrada internamente por el Brexit y las dificultades de la negociación con la UE para el desacople dejaron escenas en la cámara de los Comunes hasta ahora nunca vistas.
En 2017, con un parlamento dominado por diputados que se oponían al Brexit y un gobierno que se había puesto el objetivo de poner en marcha el divorcio en una fecha concreta, el Brexit provocó una crisis constitucional en Reino Unido, a la que incluso la reina Isabel II se vio arrastrada.
En un país donde el gobierno solía contar con una mayoría parlamentaria que respaldaba sus decisiones, el Brexit puso de manifiesto que “Reino Unido no cuenta con un árbitro en caso de llegar a un punto muerto”, tal y como analizó en 2019 el director del Centro para el Cambio Constitucional, Michael Keating, quien denunciaba que se estaba inventando procedimientos constitucionales sobre la marcha “sin ninguna coherencia con las disposiciones existentes”.
El Brexit también ha avivado las tensiones dentro de la propia unión que forman Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
El acuerdo comercial con la UE tuvo que negociar una jurisdicción específica para que Irlanda del Norte pudiera mantener la frontera abierta con la República de Irlanda (y preservar así los acuerdos de paz), lo que ha generado tensiones.
Además, añade Hadfield, el Brexit «sigue alimentando en Escocia al movimiento independentista».
Sanidad y educación
Quizás una de las imágenes de la campaña del Brexit que más se recuerdan es la del autobús de dos pisos rojo que recorrió las calles del país con un mensaje muy claro: “Mandamos a la UE 350 millones de libras (US$442 millones) a la semana. Financiemos nuestro NHS (Servicio Nacional de Salud, por sus siglas en inglés) en su lugar”.
Muchos se preguntan hoy en Reino Unido dónde están esos millones. Millones que, por otra parte, resultaron ser muchos menos de los que los promotores del Brexit anunciaban.
El NHS, que para muchos es la auténtica joya de la corona británica se encuentra en graves dificultades financieras, con largas colas de espera para ver a especialistas o para poder realizarse pruebas y con una falta de personal palpable.
Aunque esto no se puede achacar al Brexit, la salida de la Unión Europea ha agravado ciertos aspectos, tal y como explica el informe “¿Qué ha significado el Brexit para el NHS?” elaborado por UK in a Changing Europe.
La contratación de enfermeros de la UE “se ralentizó hasta casi cero”, señala el informe. Y, aunque la enfermería se ha suplido con personal procedente de otros países, no se ha encontrado reemplazo alternativo para algunas especialidades médicas como la cirujanos cardíacos y pulmonares, anestesistas o psiquiatras, entre los que sigue habiendo grandes carencias.
El Brexit también se ha sentido en las universidades.
El número de estudiantes procedente de la Unión Europea se ha reducido a más de la mitad debido, en gran parte, a las altas tasas universitarias que ahora deben pagar los estudiantes alemanes, franceses o españoles y que pueden llegar a ser hasta cinco veces más altas que las que pagaban antes del Brexit.
Pero, aunque muchas de estas plazas se han suplido con otros estudiantes internacionales, los intercambios universitarios que propiciaba la Unión Europea (a través del conocido como programa Erasmus) y que permitían la movilidad de los jóvenes por otros países del continente, se han acabado.
“El fin del Erasmus ha propiciado un terrible golpe a la movilidad de los estudiantes y el programa Turing (que ha puesto en marcha el gobierno británico) que lo ha reemplazado no es tan fuerte ni es recíproco, permite a los estudiantes británicos salir, pero no a los europeos entrar”, explica Amelia Hadfield.
Esto ha provocado, lamenta la profesora, que se pierda la riqueza cultural que se vivía en las aulas y ha “socavado la calidad del aprendizaje, porque nuestros estudiantes británicos trabajan mejor cuando tienen colegas de todo el mundo con los que relacionarse y ampliar sus horizontes».
¿Y cómo puede afectar esto a las generaciones más jóvenes de británicos, que además fueron las que más rechazaron el Brexit?
Para John Curtice, «existe una bomba demográfica que subyace la cultura del Brexit, ya que los votantes más jóvenes no están muy entusiasmados con la idea».
¿Sería entonces posible un nuevo referéndum?. Curtice no lo descarta: «quizás para 2040″.
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