No sólo de pan… – La Jornada
No sólo de pan…
S
i hay una palabra polisémica por excelencia, que evoca lo humano en Occidente, es justamente pan
, pero sólo como complemento, y no el único, de la humanidad. Por eso escogimos dicha frase bíblica: para mostrar a nuestros amables lectores la abusiva tendencia etnocentrista de nuestras culturas llamadas occidentales
, aunque, felizmente, el Occidente
no ha conseguido asimilarnos y borrarnos por completo, digo, a la Mesoamérica que conserva lenguas, alimentación y culturas originarias, pero estamos a punto de borrar por completo nuestros tres sustentos identitarios, heredados de generación en generación durante al menos 10 mil años, en aras de algo llamado modernización
que sólo engaña a quienes elaboraron la teoría del desarrollo social (que en realidad es sólo económico y en el sentido de acumulación de capital en pocas manos) como correspondiente de la evolución humana, que en realidad sólo comprende el desarrollo tecnológico…
Ciertamente, estas frases apretadas son aseveraciones que pueden discutirse, pero vayan con su intención más noble, que es despertar la inquietud sobre la validez o espejismo de desarrollo que tenemos en los países del llamado Occidente (y a saber en qué medida también del Medio Oriente y África), para que, por lo menos en México, país nuestro que amamos en sus habitantes (porque quisiera ver quién amaría y se quedaría a vivir en una tierra sin seres humanos…), repetimos, que en México haya una revolución de productores de alimentos saludables y tradicionales, apoyados por políticas inteligentes que recuperen la experiencia milenaria de los policultivos y muestren al mundo que el progreso no siempre es correr hacia delante sino, en muchas más ocasiones, detenerse y revisar la historia para recuperar lo que después torcimos las siguientes generaciones, influenciadas por lo extranjero, es decir, por ideologías adoptadas para parecer más moddernoous…
¿Podremos confiar en nuestros dirigentes, ideólogos y expertos? No. Si es que no saben de historia ni tienen la modestia de quienes la recopilan y transmiten a las siguientes generaciones. Porque, si bien suscribimos la lucha de sin maíz no hay país
, afirmamos que, quienes construyeron y mantienen en alto este lema, han dejado de lado la manera de reproducirlo en volúmenes suficientes para alimentar a todos nuestros conciudadanos, dejándose apabullar por el principio de que la modernidad gana
al pasado, de tal manera que han protegido el lema, pero no su modo de producción, obteniendo la paradoja de que nuestro país ,que no puede vivir sin maíz, compra la mayor parte de su consumo al extranjero y va desertificando la tierra de humanos productores, y de plantas y de agua…y de cultura y de lazos sociales…
La revolución de las conciencias conlleva la de las acciones productivas. No hay que ir a estudiar al extranjero para cultivar los propios alimentos, basta con estudiar la propia historia y aprender de los productores que han sobrevivido a un exterminio sistemático aprendido en el extranjero.
¿Cómo va a ser revolucionario enviar a los hijos a estudiar biogenética para elevar la producción de este grano, cuando el milagro de la existencia múltiple y variada del maíz y su entorno comestible fue invento y realización de nuestros ancestros? ¿O es que su derrota militar fue también una prueba de su minoría de edad mental? Y, en cualquiera caso, desechar esos conocimientos hasta que sean completamente impracticables debido a la soberbia de la modernidad, debe haber alguien por ahí que ha estudiado y estudia cómo hicieron los mesoamericanos para ser sociedades sustentables durante milenios. Cuando por aquí los mexicanos soberbios llevamos apenas unos siglos nada brillantes en producción de alimentos…
La Presidente electa tendrá que mostrar que sus grados académicos en este tema no borraron en ella cualidades más propias de su cargo, sensibilidad y responsabilidades.