Tegogolos: El sabor de Catemaco que lucha por no desaparecerBorrador automático
Por Ander Masó
En la mágica Laguna de Catemaco, los tegogolos no son solo un manjar; son cultura, sustento y un llamado urgente a la conservación.
La tradición tiene forma de caracol en Catemaco. Los tegogolos, esos pequeños moluscos que habitan las dulces aguas de la icónica laguna, son mucho más que un platillo local. Son historia, identidad y una economía que se cuece a fuego lento entre el turismo y la sostenibilidad. Pero detrás de cada bocado hay una historia que combina deleite y advertencia.
En cada rincón de Catemaco, los tegogolos son un símbolo de pertenencia. Su preparación, que varía desde cocteles con chile verde, jitomate, cebolla, cilantro y limón, hasta ceviches frescos, no es solo una experiencia gastronómica, sino una ventana a la cultura viva de la región. No es casualidad que se haya erigido un monumento en su honor. Estas delicias acuáticas representan una tradición que conecta generaciones, desde las familias que los recolectan hasta los turistas que los descubren por primera vez.
Sin embargo, este sabor icónico también alimenta una economía que enfrenta desafíos. Para muchas familias, la pesca y venta de tegogolos es la principal fuente de ingresos. Las calles de Catemaco son testigos de este comercio: vasos plásticos transparentes llenos de caracoles listos para saborearse son ofrecidos tanto en puestos ambulantes como en restaurantes. La demanda turística ha convertido a los tegogolos en un atractivo culinario, impulsando empleos y dinamizando la economía local.
Pero no todo es celebración. La historia de los tegogolos tiene un lado oscuro: la sobreexplotación y la contaminación de la laguna han llevado a una disminución alarmante de su población. Lo que antes era una actividad abundante y sostenible, ahora depende de medidas urgentes de conservación. Proyectos liderados por instituciones como SEDARPA y la Universidad Veracruzana trabajan en la repoblación y crianza en cautiverio de los tegogolos, buscando equilibrar la tradición con la preservación del ecosistema.
El impacto ecológico de esta práctica no puede ignorarse. Si bien los tegogolos son una fuente de sustento, también son un indicador de la salud de la laguna. La pesca irresponsable y la falta de regulación han puesto en riesgo este microcosmos cultural y natural. La pregunta es inevitable: ¿cómo podemos seguir disfrutando de esta tradición sin comprometer el medio ambiente que la hace posible?
La respuesta podría estar en un enfoque integral que combine cultura, economía y ecología. Las normas de pesca responsable, la siembra controlada de especies y los estudios sobre su reproducción son pasos necesarios, pero insuficientes si no se cuenta con el apoyo y la conciencia de la comunidad y los turistas.
Los tegogolos son, al final, más que un platillo. Son el reflejo de cómo las tradiciones locales pueden enfrentar los desafíos de un mundo en cambio constante. Probarlos es un deleite, sí, pero también un recordatorio: si no protegemos su entorno, quizás un día solo vivan en las memorias de quienes los disfrutaron.