Ian Gibson: “Ver Doñana seca me duele muchísimo” | Clima y Medio Ambiente | EL PAÍS
En un bar del barrio madrileño de Lavapiés donde vive, el hispanista Ian Gibson (Dublín, 83 años) muestra orgulloso uno de sus libros más preciados, una vieja guía ya remendada de las aves de España y demás países de Europa, de Peterston, Mountford y Hollom. Son muchos los que reconocen por la calle a este escritor y especialista en historia contemporánea española, pero pocos saben de su faceta como ornitólogo y naturalista. Acostumbrados a escucharle hablar de Federico García Lorca o Antonio Machado, lo cierto es que los cantos que le atrajeron a España hace 65 años no eran de poetas sino de aves. Mientras habla de las gaviotas de Madrid o su pasión por los gansos, se lamenta del grave deterioro que sufre Doñana, donde tuvo lugar uno de los momentos mágicos de su vida.
Pregunta. ¿De dónde nace su pasión por la ornitología y Doñana?
Respuesta. Yo soy ornitólogo desde la cuna, porque mi padre era naturalista. Me pasó su pasión por la naturaleza; sobre todo, por las aves y, en especial, por las aves acuáticas. Cuando tenía 16 años, un ornitólogo bastante mayor que yo me habló de Doñana, de sus 80.000 ánsares y de cómo estas aves acudían a las dunas para ingerir arena. Yo no me lo creía y quería ir a verlo.
P. La primera vez que llega a España en 1957 sabe mucho más de aves que de Machado. ¿No es así?
R. De Machado no sé casi nada. El milagro se produjo para mí aquel verano del año 57, cuando compré en la Casa del Libro de la Gran Vía los poemas de Rubén Darío. “Mes de rosas. Van mis rimas en ronda, a la vasta selva, a recoger miel y aromas en las flores entreabiertas”. Era muy sensual y me llamó mucho la atención. A partir de ahí empecé a entrar en otros textos españoles.
P. ¿Y qué pasó cuando visitó finalmente Doñana?
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R. Lo cierto es que tardé años en ir a Doñana. Pero fue uno de los momentos realmente mágicos de mi vida. Nunca olvidaré cuando en las marismas se empezó a oír un rumor de alas moviéndose y un canto que yo conocía perfectamente de Dublín. Eran los mismos ánsares, pero miles, en el Guadalquivir.
P. ¿Qué le parece la actual situación de Doñana?
R. Ver Doñana seca me duele muchísimo, como me duelen muchas cosas de España. Me preocupa el acuífero, los pozos ilegales, las fresas de alrededor… Sin agua no hay ánsares ni nada. Es un desastre y Doñana no pertenece solo a España, es un sitio de importancia universal. Yo no soy británico, pero ellos ayudaron a [el biólogo José Antonio] Valverde y WWF a proteger este parque.
P. ¿También hay aves en los poemas de Antonio Machado o de Federico García Lorca?
R. Machado sabía más de pájaros y esto le viene de su abuelo, Machado Núñez, que es catedrático de Ciencias Naturales y tiene una influencia fundamental.
P. El abuelo de Machado escribió un catálogo de aves andaluzas.
R. Exacto, y de peces. También dicen que fue el primero en identificar un lince ibérico en Doñana. No sé si es así, pero ese trasfondo machadiano de amor a la naturaleza es una cosa que me atrae muchísimo.
P. ¿Y en el caso de Lorca?
R. Lorca es un poeta telúrico que viene de la madre tierra. Y aunque no sabe de pájaros, están ahí. “Cómo canta la Zumaya, ¡ay cómo canta en el árbol!”.
P. ¿Cuáles son las aves ibéricas que más llaman su atención?
R. Me gustan mucho la abubilla y el abejaruco. Pero mi pasión, las aves por las que siento fascinación, son los ánsares, los gansos.
P. ¿Por qué los gansos?
R. Una bandada de ánsares genera un clamor absolutamente sorprendente y a la vez me conecta con el misterio de la naturaleza, de la vida. Estas criaturas llegan desde el norte, vienen al sur a pasar el invierno y luego vuelven allí a la tundra, son los ciclos que se repiten. Hay otras aves que viajan mucho, como el charrán, que me encanta, pero no me fascinan tanto como los ánsares.
P. ¿Los poetas deberían saber más de naturaleza?
R. Miguel de Unamuno decía que un poeta tiene la obligación de conocer las palabras que utiliza. Una vez estaba Unamuno y el poeta don Francisco de Villaespesa andando al lado de un estanque. Villaespesa ve una flor preciosa que está flotando sobre la superficie verde del estanque y pregunta: ¿Cómo se llamará esta flor tan bonita? Y Don Miguel le responde: “Son nenúfares, ésas que aparecen en todas sus poesías”.
P. ¿Falta más educación en general sobre naturaleza?
R. Sin duda. Yo pienso mucho en la Institución Libre de Enseñanza, en su forma de enseñar, su énfasis en la naturaleza, sus excursiones por la Sierra de Guadarrama y El Pardo. Machado y su hermano son producto de aquello. Me pone muy triste que luego llegara la guerra y acabara con todo esto. Como escribió Mariano José de Larra, España es la nueva Penélope, que no hace sino tejer y destejer.
P. Las aves son también un símbolo de la libertad. ¿Qué opina de las personas que ponen como pretexto la libertad para oponerse a cualquier restricción ambiental?
R. Cuidado cómo utilicemos la palabra libertad. No significa que cada uno pueda hacer lo que le dé la gana. No puede ser así. Tenemos que respetar la naturaleza, porque nosotros mismos somos naturaleza. Resulta obvio que hay que proteger el medio ambiente, el aire que respiramos o lo que echamos al mar. A estas alturas de mi vida no soy capaz de entender la torpeza del ser humano.
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